​Estela Paredes: “Ser artista es desarrollar un don y tener sensibilidad”
​Estela Paredes: “Ser artista es desarrollar un don y tener sensibilidad”

Un día, Estela Paredes decidió dejar de lado su carrera en el cine y la televisión, y renunció al sueldo fijo que tenía en una empresa familiar. Sin embargo, todo esto no la alejó del arte, pues desde 1984 está al frente de La Tarumba, una escuela artística cuya idea nació de Fernando Zevallos, su actual esposo.

¿Desde cuándo tiene un vínculo con el arte?

Desde los cinco años. Estudié danza clásica en Arequipa. Practiqué hasta la adolescencia. Pasó un tiempo. Tuve mi hijo y cuando iba a retomar la danza me topé en el camino con el teatro, la música, el circo y así nació La Tarumba.

¿Cómo así?

Trabajaba en un proyecto de mimo y Fernando (su actual esposo) buscaba una propuesta que no solo tratara la creación del teatro, sino una escuela que sirviera para el desarrollo artístico y personal de niños y jóvenes. A ello se fusionó otras artes como la música, la danza y el circo.

¿Qué tan duro fue?

Bastante. Renunciamos a todo lo que hacíamos antes por este lindo sueño. Yo tenía trabajo en el cine, la televisión y un sueldo fijo mensual, pero había que dejarlo todo para enfocarnos en la escuela.

¿Dónde empezaron?

Nos prestaron una sala en el sótano del Teatro Segura, la cual estaba llena de basura. La dejemos limpia. Unos familiares nos alquilaron a precio módico un departamento. De igual modo llegamos a enseñar en parques públicos como el Campo de Marte, hasta que en 1992 conseguimos este local de Miraflores.

¿Ahí empezó su despegue?

Comenzamos a consolidarnos. Podíamos implementar los aparatos para el circo y trabajar bajo las dos líneas que seguimos hasta hoy: la creación de espectáculos y el desarrollo de una escuela para niños y jóvenes.

¿Pero qué barreras sortearon?

Antes éramos como una cooperativa. Nos reunimos en los barrios. Teníamos una caja de zapato donde juntábamos el dinero. Hacíamos ollas común con los vecinos. También había apoyo internacional, pero cuando entró el gobierno de Fujimori los países que ayudaban dejaron de hacerlo.

¿Y qué pasó?

Ya teníamos experiencia ofreciendo nuestros espectáculos y haciendo labor social. Luego desarrollamos un sistema de gestión que hasta la actualidad nos permite financiar proyectos sociales.

¿Qué programas sociales tienen ahora?

Tenemos uno para los jóvenes de formación profesional en circos. Es gratuito y al año se presentan alrededor de 100 personas. Hay otro programa llamado “circo invisible” orientado a desarrollar el liderazgo de menores de bajos recursos. Estos proyectos ya se replican fuera del Perú.

¿En dónde?

A través de un convenio con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), La Tarumba monitorea el proyecto a nivel regional en Argentina y Chile. La idea es desarrollar una metodología que se pueda replicar en otros países del mundo.

¿Qué formación tratan de dar a sus alumnos?

Buscamos formar no solo el lado artístico, sino también los valores. Para mí ser artista es desarrollar un don y tener sensibilidad. Vienen niños desde los tres años hasta personas que pasan los cincuenta.

¿Su trabajo le ha dado muchas satisfacciones?

Los niños que vienen desean quedarse a vivir. Es gracioso, pero ayuda a ver la gran responsabilidad que tenemos con ellos. Una vez, un niño de siete años reveló que era muy picón y deseaba manejar eso. Que a esa edad un alumno reflexione es ya una gran satisfacción.

DATO. El 12 de febrero La Tarumba cumplió 31 años al servicio del arte, de los niños y de los jóvenes

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