Entre el footing, el spinning y demás ejercicios que se practican en el Parque de la Felicidad, en San Borja, ninguno parece más extenuante que el que realiza Éricka Monroy. Durante horas, y con una disciplina propia de un deportista, ha llevado casi a rastras una enorme y pesada bolsa, deteniéndose de vez en cuando para sacar de ella kits de maquillaje, pestañas postizas y pelucas para embellecer a las cosplayers.

Cuatro de ellas acompañan a Éricka para una sesión de fotos. Tres de ellas están vestidas como maids (mucamas) y una como una gata. Parecen salidas de un anime japonés, pues de eso se trata el cosplay: disfrazarse de personajes de ficción e interpretarlos. Y sus trajes no se hallan en cualquier sitio, solo en tiendas especializadas como "Te confecciono cosplay", que maneja Éricka.

Inicia el "juego". La palabra "cosplay" proviene de "costume play" o"juego de disfraces". Lo que es curioso pues, como cuenta esta emprendedora, su negocio comenzó "como jugando". Tras estudiar Diseño de Modas en Selene y la Escuela Latinoamericana de la Moda (Eslam), viajó al interior del país.

Su interés en ese entonces se encontraba en el estilo étnico, pero una vez que regresó a Lima, su hija Andrea le pidió que le confeccione un vestido basado en un anime. No imaginó que, al poco tiempo, su cuenta de Facebook se llenaría de mensajes de jovencitas solicitando atuendos similares.

"En esa época no sabía absolutamente nada sobre la cultura de anime y los cosplays", dice Éricka. Pero hoy, cuatro años después de que recibiera su primer pedido, conoce las últimas tendencias de la moda asiática y, tomándolas como referencia, crea los trajes más insólitos, incluyendo armaduras.

De hecho, fue una de estas la que le trajo más complicaciones, pero también satisfacción una vez que pudo terminarla. Era la armadura de Mu-12, personaje del videojuego BlazBlue. Y es que los cosplayers no solo de disfrazan de animes, también de otros seres, como superhéroes de cómics.

Arte con tela. Antes de empezar cualquier prenda, la diseñadora pide a sus clientes imágenes del traje que desean y, posteriormente, les toma sus medidas. "Yo no soy Gamarra, no hago al por mayor y no lo voy a hacer nunca", comenta.

Utiliza telas como drill, popelina y látex para que sus creaciones luzcan naturales, tanto como la ropa que usamos diariamente. Y para accesorios como hebillas, hombreras o petos, emplea crepé, cuerina, cartón prensado o cerámica en frío, y después los pinta para darles el aspecto de metal.

Hasta el más mínimo detalle lo hace muy meticulosamente, de manera que las prendas sean más que meros disfraces de Halloween. No en vano Éricka se refiere a ellas como "pequeñas esculturas de tela".

Gran demanda. Una de estas "esculturas" cuesta desde S/.120 y puede superar los S/.300, dependiendo de su complejidad. Al mes, Éricka confecciona entre cinco u ocho, y podrían ser más. Son tanto los pedidos que algunos terminan en cola de espera. En el Perú, pues, siempre hay una ocasión para hacer cosplay.

"Solo aquí hay eventos de anime y cómics todos los fines de semana. En otros países ocurren dos veces al año", indica la propietaria de "Te confecciono cosplay".

Además de velar por los trajes, Éricka se ocupa del maquillaje. Por eso, acompaña a las cosplayers a sus presentaciones, como en esta sesión de fotos -organizada por ella misma- en el Parque de la Felicidad. Entre las maids, que llaman la atención de los transeúntes, se encuentra su hija Andrea, ahora ya mayor. A pesar de lo larga que ha sido la jornada, ambas se divierten. Esto comenzó como un juego y lo sigue siendo.