Después de la Fundación Española (1540), Arequipa no celebraba el aniversario y hasta aproximadamente 1940, la fiesta más importante de los lonccos de antaño fue de Fiestas Patrias y el 15 de agosto se rendía homenaje a la Virgen de la Asunta, patrona de la ciudad.
El historiador Enrique Ramirez Angulo, contó que, a partir de 1940 hasta aproximadamente 1947 nace un programa de festejos estructurado durante una semana y en la década de los 70 nace la parada leonística.
Es posterior a ello que las fiestas de Arequipa por el aniversario se convirtieron en celebraciones y encuentros familiares. El 15 de agosto era motivo para preparar los deliciosos potajes, para compartir en familia o solicitar el almuerzo de las picanterías de Cayma o Yanahuara.
El Rocoto Relleno, Chupe de Camarones eran algunos de los platos más solicitados por los arequipeños más pudientes, mientras que el Soltero de Queso y otros potajes se compartían en los hogares más humildes.
En la década de los 80 surge la costumbre de izar la bandera del Perú por Fiestas Patrias, pero este se quedaba flameando hasta posterior del 15 de agosto como una forma de empalmar las celebraciones con el aniversario de la Patria Chica.
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Después del Arequipazo del 2001, la colocación o el izamiento de la bandera de Arequipa en las viviendas queda instaurada como símbolo de protesta, de orgullo, de amor por la ciudad en que nacieron.
Con la aparición de la parada leonística, ese almuerzo en casa con visita de parientes se convirtió en un almuerzo en calle, en medio de la algarabía y la música. En una sociedad como Arequipa, las mujeres del hogar preparaban las ollas de comidas para compartir con los hijos, nietos, primos, sobrinos y cuanto familiar se sumaba.
A partir de la década de los 90, las familias pierden la costumbre de cocinar y optan por comprar el almuerzo de las vianderas que surgieron como una respuesta a la demanda existente.
En los últimos años, en opinión de Ramírez Angulo, las familias arequipeñas perdieron la costumbre de promover un encuentro familiar para ese almuerzo que permitía compartir anécdotas, triunfos y hasta discusiones políticas, porque el Corso de la Amistad se convirtió en un evento comercial.
Sin embargo, en medio de esta pandemia, Ramírez considera que es una oportunidad para que los arequipeños vuelvan a esas prácticas familiares de antaño, pero sin romper las reglas establecidas para evitar el contagio del coronavirus.