Casas se encuentran destruidas en sector de Posco Miski. (Foto:Nelly Hancco)
Casas se encuentran destruidas en sector de Posco Miski. (Foto:Nelly Hancco)

El 80% de las casas de Posco Misky, en el distrito de Mariano Nicolás Valcárcel, en Camaná,  desaparecieron por el huaico del 5 de febrero. La masa de lodo  acabó con la carretera de ingreso, enterró viviendas y enseres de las familias de este asiento minero en el sector de Secocha, que es considerado el centro poblado más afectado por los deslizamientos.

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El bloqueo de tierra y piedras impide el acceso a la zona y  la ayuda no llega, los pobladores sienten que han sido olvidados, no tiene servicio de teléfono, internet ni electricidad, tampoco transporte. Solo se puede llegar caminando entre la lloclla y subiendo los cerros.

Correo  llegó hasta la zona para escuchar a los pobladores y llevar a las autoridades sus testimonios, para que sepan en qué condiciones están viviendo.

VIAJE

El ascenso a Posco Misky se hace desde Secocha, la zona de la quebrada más poblada. Conforme vamos subiendo hallamos maquinaria pesada aplastada por el huaico, lo mismo sucedido con moledoras de piedra, volquetes,  pulmones de aire,  un cargador frontal, entre otros  vehículos. Es una zona minera, así que no es raro que se hallen estos objetos que los residentes dicen, se usaban en las diferentes labores (parcelas de extracción) que ahora ya no existen, quedaron bajo la tierra, como  es el caso de Sol de América, 8.15, Mullisaca, 7.15, entre otras.

Seguimos avanzando y  hallamos casas que, literalmente, quedaron “colgando” de algún cimiento, casi toda la parte baja desapareció y estas se ven como enclavadas en lo que fue suelo firme, los escombros son imposibles de levantar o reconstruir, solo queda demolerlas. El resto de viviendas quedó destruido, lo mismo que la carretera que años atrás fue levantada por los mineros. Ahora está a 10 metros de profundidad, bajo el derrumbe.

Quienes quieren trasladarse de un lugar a otro lo hacen utilizando sogas para sostenerse en el cerro, también apelaba a cables que han sujetado en la parte superior y que cuelgan hacia la ladera. Aun así, trepar es riesgoso, pero no les queda otro camino, deben bajar hacia los asentamientos mineros más bajos, necesitan conseguir ayuda.

A 40 minutos de caminata desde Secocha, llegamos al ingreso de lo que era Posko Miski. Los lugareños nos muestran que 20 metros arriba, donde se observa un muro, estaba la garita de control y la carretera, hoy no queda nada de eso. Hay que trepar el cañón para llegar a la bocamina Soledad, que está obstruida.

MILAGRO

Metros más arriba  hay ropa en el suelo Ahí Victoria, una de las sobrevivientes de la desgracia, espera que se seque y nos contó su historia.

Salvó de morir porque no estaba en su casa, sino trabajando en la tranquera o garita.  “No vi que el agua se llevó mi casa, porque estaba trabajando más abajo y es curva, no se ve desde allá”, dijo, con la voz quebrada. Vio que la carretera había desaparecido y, desesperada, intentó llegar a su casa con la esperanza de que esté intacta, pero todo era un desastre y decidió pasar la noche en los cerros.

Casa quedaron colgadas a causa del huaico. (Foto: Nelly Hancco)
Casa quedaron colgadas a causa del huaico. (Foto: Nelly Hancco)

Ahora espera la ayuda, porque de su vivienda no quedó nada, tampoco cuenta con el dinero suficiente para volver a empezar.

A poca distancia de ella, pegada a los cerros, se ve algunas casas a punto de caer, solo el puesto de salud quedó estable. Toda edificación que había en la única calle que bajaba por la quebrada, desapareció, incluso la plaza principal.

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Tras una semana del desastre, las personas remueven los escombros de sus casas con la esperanza de encontrar algo útil, pese al riesgo de que las estructuran se derrumben.

Mientras avanzamos, un grupo de damnificados discute por la falta de apoyo del municipio para la preparación de ollas comunes, así como para recibir colchones y frazadas.

BÚSQUEDA

Los policías de Rescate que subieron hasta el lugar, a solicitud del poblador Reynaldo Huara, buscan los restos de su compañero Jhon Alex Neyra, de 19 años. Buscaron varias horas, pero cerca del medio día bajaron, el olor que habían captado los canes entrenados no era de restos humanos, sino de un perro y algunas gallinas.

Reynaldo Huara bajó hasta Pampaylima, otro de los pueblos mineros de Secocha, para pedir el ascenso de los agentes cuando sintió el olor entre los restos de la vivienda, que es donde estuvieron los policías buscando el cadáver. Tres de los amigos de Reynaldo fueron arrastrados por la avalancha el domingo 5 de febrero y en cuestión de segundos se perdieron, habían estado parados a su costado cuando la corriente de lodo los arrastró, solo se han podido hallar los restos de dos de ellos, Edgar Huamán y Alex Colquehuarca. A ellos ya los enterraron.

“Queremos encontrar sus restos para sepultarlo”, dijo sollozante, pues la escena que vivió lo marcó para toda su vida.

BUSCÓ A SU ESPOSO

En el camino encontramos a Susana Solano, quien un poco molesta y angustiada pedía celeridad a los bomberos de diferentes compañías que llegaron al lugar para recuperar los cadáveres. Temen que con el tiempo, la descomposición acabe con los cuerpos.

“Yo misma tuve que encontrar a mi esposo en el patio de mi casa. Esa misma noche del huaico, lo busqué con la esperanza de encontrarlo vivo, pero estaba muerto”, dijo la mujer.

Con esa experiencia de perder a un ser querido, solicitó mayor ayuda para encontrar a su vecino Wilber García.

Al borde de lo que era la única avenida en Posco Misky, solo quedaron desechos de viviendas prefabricadas, maderas y calaminas. Los habitantes de este centro poblado arriesgan sus vidas para sacar el lodo de las construcciones que piensan pueden salvar.  Apuntalaron con fierros y palos los pisos y techos, aunque saben que en el futuro están obligados a demolerlos, porque con un leve, se desplomarán en segundos.

DESAPARECIDO

Richard Mamani es un ciudadano que desde el lunes busca a su hermano Arnaldo Mamani Ayamamani.

La tarde de aquel domingo fatídico, su hermano estuvo en su vivienda y por ello está convencido de que su cuerpo está sepultado en algún lugar de este pueblo, porque el inmueble desapareció.

Pese a las pérdidas de vida, los pobladores están dispuestos a quedarse y empezar de nuevo, pese al riesgo.

Lo más difícil será volver a construir la carretera en trocha carrozable, porque están seguros de que ni el gobierno local, provincial o regional lo hará. No es posible invertir el recurso público en una zona de riesgo.

En las labores mineras tendrán que comprar lo que perdieron, como locomotoras, grupos electrógenos, volquetes, carros mineros, entre otros. Y es que, aunque por ahora la extracción de oro está paralizada, la esperanza de estos pobladores es volver a comenzar. El círculo de la necesidad y la desgracia no se ha cerrado.