Chavín de Huántar: La historia de un rehén
Chavín de Huántar: La historia de un rehén

Aquel secuestro terrorista perpetrado en la residencia del embajador de Japón, de cuyo desenlace se cumplen 20 años, tiene muchas historias. Este servidor recuerda en este día a un amigo suyo que vivió esas circunstancias como rehén y ahora, acaso por recompensa divina, vive en la gloria de Dios: Jorge San Román de la Fuente.

Arequipeño, desde joven supo formarse profesionalmente para servir a su país. Estudió en la Universidad Nacional de San Agustín y luego migró a Chile. Obtuvo dos títulos profesionales en la Universidad Católica de Santiago: Ingeniero en ciencias comerciales y licenciado en ciencias económicas y sociales. Fue a EE.UU. y se hizo Master en Economía en la Universidad de Boston (USA).

Lejos de buscar elevados sueldos en el exterior con ese currículo de lujo, volvió al Perú a servirlo trabajando, no en la cómoda capital donde estas las mayores posibilidades de éxito personal, sino en el interior, por el desarrollo de su región. Pronto por su capacidad tuvo la dirección de ORDESUR, filial del Instituto Nacional de Planificación. Fue luego en los años setenta, máximo funcionario de los sucesivos organismos regionales de desarrollo creados por el gobierno militar. Tenía que ver con proyecto gigantes como Majes, Charcani, Cerro Verde, etc.

PROFESIONAL.- Tez blanca, un poco “colorao”, tenía pinta de artista de cine y era un hombre jovial, presto a la broma acriollada y la risa franca. No era un político, era un técnico de kilates y un experto de la planificación. Mucho del desarrollo alcanzado en el sur peruano, se hizo bajo sus lineamientos con los equipos profesionales que dirigió. El primer gobierno de García lo llamó para presidir la Sociedad Eléctrica de Arequipa y encendió la luz en miles de hogares pobres. El gobierno de Fujimori le echó ojo y lo trajo a Lima como vice ministro de energía. Con él, el fluido eléctrico para el desarrollo nacional aumentó. Muchos pueblos dejaron de estar en tinieblas. Las centrales hidroeléctricas fueron interconectadas. Iban a hacerlo ministro. Pero Montesinos lo vetó, porque antes evadió favorecer a determinada empresa. Él me lo contó.

Aquel 17 de septiembre de 1996, cuando Lima empezaba a vivir en ambiente navideño, retornó del vice ministerio a su casa extenuado del intenso trabajo. Encontró a su esposa, preparada para salir con él. Se sorprendió. Ella le recordó le había dicho que esa noche la acompañaría a una recepción en la residencia del embajador japonés. No tuvo ganas de ir, pero ni modo. Solo se lavó el rostro, se peinó y salieron.

Allí comenzó su tragedia. Lo tomaron como rehén. Los subversivos ordenaron evacuar la residencia diplomática a todas las mujeres. Su esposa no quiso dejarlo y él supo persuadirla. “Me cortas la posibilidad de escapar si esto es posible”. “Si nos pasa algo a los dos, ¿Cómo quedan los chicos?”.

Vivía con sus compañeros de prisión, sin agua y sin luz. Dormía en el suelo, con la tortura de permanecer doce horas diarias en tinieblas, de seis de la tarde a seis de la mañana. Hasta un presidiario en la cárcel puede contar los días que le restan para recuperar la libertad. Ellos, los rehenes, no sabían en qué acabaría esto. Cada amanecer despertaban con el temor de que este fuese el último día de vida.

Nos dijo más tarde que los subversivos, temprano sintonizaban la radio y por los informes de sus reporteros se enteraban sobre los movimientos de la policía en el exterior. Entonces se ponían alertas y tomaban acciones para contrarrestar cualquier posibilidad de ataque. Censuraba por cierto y con razón esa forma irresponsable de manejar las noticias.

Escribió un libro, “Cumpleaños del Emperador”, donde aportó para la historia su testimonio de esas horas aciagas de incertidumbre y dolor.

En la presentación de su obra, se dijo que diez de los ex rehenes ya habían fallecido, casi todos sin llegar a la senectud. Varios con cáncer. ¿Tiene algo que ver eso con el secuestro vivido? Es altamente probable, pues está comprobado que el stress, preocupación, tortura mental, puede desatar este mal si uno, sin saberlo, ya lo tiene en el organismo.

Jorge San Román, la noche de su libro, fue aplaudido y reconocido por sus importantes aportes al desarrollo nacional. Antero Flores Araoz, Tudela, Giampietri lo elogiaron no sin razón. Vestía terno verde oscuro y suéter azul. Estaba jovial como siempre, sonriente. No sabía que el perverso mal estaba desatado en su interior para privarnos luego de su talento, su cálida amistad y nuevos aportes al desarrollo de su patria.