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Erigida a 3750 m.s.n.m., y amparada por el solemne nevado Coropuna, la ciudadela preinca de Maucallacta, hasta hace un año dejó de fascinar con sus encantos al viajero, quien, desde Pampacolca, ascendía por un sinuoso sendero de trocha, para apreciar un importante centro político, económico, y religioso de la administración incaica.

Ahora, en lugar de lo que algunos pobladores se jactan en denominar a la miniciudadela de Maucallacta como el “Machu Picchu Pampacolquino”, los visitantes encontrarán cúmulos de pedruscos amontonados, en medio de los extensos bloques de piedra, evidencia que la reconstrucción del lugar aún no es resuelta. Igualmente, los viajeros percibirán una inexistente señalización del lugar, o de al menos, algún cartel que advierta -y explique- al turista del sorprendente lugar que está presenciando.

EN RUINAS. Como es de suponer, la intempestiva paralización de la reconstrucción del centro se debe, en gran parte, al desinterés de autoridades locales, provinciales y regionales en reivindicar el máximo centro religioso de Maucallacta, que de proponérselo, generaría ingresos al incipiente turismo pampacolquino. Ello, debido al recorte total del presupuesto destinado al mantenimiento de la zona.

“Maucallacta está abandonada desde el año pasado. Antes, al menos, había un vigilante, pero como no cumplía su labor, se tuvo que retirarlo por razones de presupuesto”, aseguró Luis Arias, encargado ad honorem del centro ceremonial.

Es Luis quien no duda en dejar su cotidiana labor agrícola para guiarnos hacia el recinto preincaico. Más allá del entusiasmo para que las bondades del lugar sean difundidas, está claro que es uno de los pocos pampacolquinos quien, actualmente, es capaz de explicar la importancia del tesoro del distrito de Castilla.

La recuperación de los restos de Maucallacta inició en 1996, gracias al apoyo de la Universidad de Cracovia, de Polonia, así como de la Universidad Católica de Santa María. En total, fueron cuatro años de estudios de los universitarios, quienes decidieron abrir el atractivo hacia el público, el 2010. Primero fueron habitantes de Pampacolca y los anexos más cercanos a la ciudadela, como San Antonio. Luego, esporádicamente, llegaban de otras provincias arequipeñas, y hasta algunas decenas de extranjeros. Pero ahí quedó.

Sin duda, la falta de promoción y conservación de este singular monumento arqueológico provocó que la ciudadela haya reducido drásticamente el número de visitantes, a tal punto que para recorrerla el interesado tenga primero que preguntar a cualquier habitante de Pampacolca por don Luis, para luego contactar y coordinar con el mismo alcalde, y así, conseguir una movilidad que traslade al pasajero hacia el sitio.

En principio, según el proyecto de conservación, debían ser los mismos moradores los encargados del mantenimiento del lugar. Sin embargo, según nos cuenta don Luis, el entusiasmo duró poco.

“Unos inescrupulosos, hace un año, destruyeron y saquearon algunas piezas arqueológicas (...) también sacaron la señalización”, reclamó.

Pero Luis no desiste. Su mayor sueño es que Maucallacta recupere la lucidez. Aguarda que, por fin, las autoridades decidan reivindicarla, tal como hace siglos, lo hicieron sus antepasados, en el más grande, y aún no totalmente descubierto, centro de adoración preinca ubicado en nuestra región.

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