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Clorinda lleva 24 años de su vida dedicada a la docencia, asegura que no necesita materiales ni equipos sofisticados para la enseñanza. Ella se vale de una sola experiencia que marcó su vida: el trato amoroso de sus docentes cuando tuvo problemas con la poliomielitis en su infancia. Ahora, como directora de la IE Virgen Santísima de Fátima, triplicó su trabajo de madre. “Solo el amor y una sonrisa puede transformar la vida de un estudiante. Y la sonrisa es gratis que nadie puede negarlo”, remarca como consejo tanto para los padres de familia y docentes.

HISTORIA. De padres cusqueños, nació en Puerto Maldonado en 1967. Fue su padre Primitivo Aparicio, quien eligió su nombre en honor a la escritora Clorinda Matto de Turner. “Vivíamos a unas cuadras de su casa, en Tinta”, recuerda. A los cuatro años de edad sufrió Poliomielitis y fue internada dos años en la Clínica San Juan de Dios, en Arequipa. Esto le ocasionó problemas en la movilidad de la pierna derecha, pero nunca en su autoestima. “La carisma de mis maestros en el trato y al felicitarme por lo que hacía a pesar de mi estado de salud, incluso en educación física, diciéndome que era ‘muy buena’ me hicieron creer que lo era. Y ese trato yo agradezco mucho”, relata.

Su carrera en el magisterio, cuenta, inició por necesidades económicas. “Ingresé a una carrera en la universidad en Cusco, pero al vivir en una provincia alejada tuve que dejarla”, dice. Entonces, por consejo de su hermana Doris se inscribió en la Escuela Normal de Tinta, una de las primeras escuelas normales del Perú. Ser primera es una constante en su vida. Desde la escuela ocupó este puesto, incluso en el concurso de conocimiento para acceder como directora en la cooperativa 58. El premio por este esfuerzo es tener más alumnos al siguiente año. “Los padres te dan esa confianza para matricular a sus hijos en tu sección porque notan el trato”, enfatiza. Y con esa confianza también ingresa a la vida del niño. “Muchas veces termino llorando con ellos. Cada historia te muestra el porqué de sus actitudes. El caso que siempre voy a recordar es el de un chico de 15 años de tercer año de primaria, en el Valle de Tambo. Cuando me entregaron el aula, algunos docentes me decían: ‘este chico solo vendrá un mes’. Empecé a trabajar con él. Cada vez que lo miraba siempre le mostraba una sonrisa y siempre le felicitaba por su empeño. Si dejaba cinco ejercicios y hacia uno, igual. Solo necesitaba comprensión e importancia porque era un niño. Todo niño necesita eso en casa y en la escuela. Yo nunca he recibido nada negativo de mis maestros entonces yo no tengo porque darles algo malo a mis niños”, cuenta.

TURNOS. El primer trabajo de madre y directora inicia a las siete de la mañana hasta el mediodía con los niños de inicial. Sus 200 alumnos fueron obligados a separarse en dos grupos y horarios después que Defensa Civil declarará como de alto riesgo el local educativo. El segundo turno inicia a la una de la tarde, con los alumnos de primaria. En la noche se dedica a llenar documentos para acceder al monto que le permitirá reconstruir su colegio.

FAMILIA. Clorinda tiene dos hijos, de 15 y 8 años, a los que debe de acompañar en sus labores después de las siete de la noche. Su tercer turno. “Ellos saben que estoy trabajando, pero siempre me esperan para terminar sus tareas”. En casa también aplica la misma fórmula: El trato amoroso. “Cuando se grita, el cuerpo del niño se vuelve rígido y no hace nada si le estás ordenando algo. Lo mismo pasa con mi esposo. Le dijo: ‘papito has esto’ y al instante hace todo”, señala entre risas.

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