La abuelita de roca tiene 12 hijos, 27 nietos y 46 biznietos y para coronar, hace poco acaba de nacer su primer tataranieto. Paulina Coaquira Yajo es símbolo de la Madre de Pensión 65.

Su fortaleza, perseverancia y lucha por sacar adelante a sus doce hijos la convierten en la "Abuelita de Roca"

Paulina cobró por primera vez en abril la subvención económica otorgada por el Estado, por el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social – Midis, a través del Programa Nacional de Asistencia Solidaria – Pensión 65.

Lo primero que compró con sus 250 soles de Pensión 65, fue un pañal de franela o “chumpi” para fajar a su tataranieto de 18 días de nacido, de nombre Dylan.

Su fortaleza ha sido puesta a prueba varias veces; por ejemplo, al perder a su madre cuando tenía 7 años; luego a sus cuatro hermanos varones, así como a diez de sus doce hijos, por lo que tuvo que hacerse cargo de sus nietos pequeños.

También al vencer un tumor maligno en la nariz, experiencia durante la cual los médicos la llamaron cariñosamente “La abuelita de roca”, porque pese al tratamiento no llegó a caérsele el cabello.

De joven, la alimentación diaria de Paulina consistió en comidas a base de quinua, trigo, maíz, habas, cebada, isaño (parecido al camote), oca, papa, olluco, chicuro (especie de zanahoria), rocoto (fruto de cactus) y airampo.

Se casó a los 15 años con Demetrio Vilca y enviudó a los 44. Recuerda con nostalgia que cuando estaban juntos, ya sea en la estancia, en la chacra, o en la fiesta llamada “Tincacho”, donde contaban el ganado. “Tenía a mis hijos en mi falda o jugando por mis pies. Para la fiesta se mataba un cordero y con la carne hacíamos un delicioso caldo”, comenta Paulina en quechua.

Paulina nació el 10 de agosto de 1917 en el distrito de Canocota, distrito de Chivay, y hoy vive en Majes, provincia de Caylloma, donde la cuidan dos de sus nietas e hijas Cecilia (71 años) y Justina (57).

En su día a día, se distrae regando las plantas de la huerta, o preparando su emplasto a base de cañazo, coca, mandioca, marccu y yahuarchonca; todo lo cual muele en un batán, después lo hierve y, finalmente, lo coloca en sus rodillas y manos, para aliviar sus dolores.

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