Arequipeño nos dejó lo que hoy  conocemos como el principal templo de la ciudad y que su imagen asombra a turistas de diversas nacionalidades. (Foto: GEC Archivo)
Arequipeño nos dejó lo que hoy conocemos como el principal templo de la ciudad y que su imagen asombra a turistas de diversas nacionalidades. (Foto: GEC Archivo)

Lucas Poblete nació en Arequipa el 17 de octubre de 1800 y se bautizó el 18 de octubre siendo sus padres Pedro Poblete y Santos Valencia. De familia humilde, nadie imaginaría que ese pequeño construiría el edificio más emblemático de nuestra ciudad, uno que aún ahora sorprende a propios y visitantes cuando lo ven en toda la magnificencia de la Plaza de Armas.

El incendio de la catedral en diciembre de 1844 representó una oportunidad única para reconstruirla de manera adecuada a su experiencia con el sillar, al cual conocía muy bien. De acuerdo a los archivos, botó dos bóvedas que se calcinaron y alargó el edificio en sus extremos para ubicar en ellos el altar mayor y el coro.

Sus trabajos anteriores para la familia Goyeneche y la misma ciudad, le granjearon una reputación basada en el éxito. Participó en la reparación del Puente Viejo (1836) hoy Puente Bolognesi y la culminación de la Palacio de Goyeneche.

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Poca ciencia. Se cuenta que era hombre de poca ilustración, de poca ciencia, de escasa cultura artística, pero eso se contradice con su gran talento artístico y el conocimiento del sillar, su resistencia, su valor estético como refiriera Jorge Polar, en su obra “Arequipa”.

Así, con esos conocimientos, termina su más grande obra, pero, los sismos en esta tierra vendida, aún le dieron mayor trabajo en la catedral. El 13 de agosto de 1868 se produce uno de los terremotos más devastadores en Arequipa que destruyó el frontón, los arcos y las torres del templo, cuya reparación también asumió Poblete y en los primeros días de junio de ese año se colocaron “en el primer cuerpo de las torres de la Catedral”, los dos medallones que alegóricamente representan al Perú y Arequipa.

El constructor que amó el sillar con su vida se casó con Buenaventura Zegarra quien murió en 1875. Viudo se casó con Manuela Atencio. Para cuando falleció el 11 de noviembre de 1876, tenía como propiedades dos casas en las calles, El Perú y San Camilo, además de unas canteras de sillar como investigó Dante Zegarra para su “Diccionario biográfico de Arequipa”. Su vida pudo acabar, pero su obra, permanece.