La necesidad de reinventar Arequipa, la ciudad del millón de personas
La necesidad de reinventar Arequipa, la ciudad del millón de personas

Cumplir 480 años de vida como ciudad de Arequipa, viene con marca y es el punto de quiebre de nuestra existencia urbana. Puede que sea una dura y drástica, pero muy necesaria por lo que hemos sido, lo que actualmente somos - producto de una inercia no planeada - y, lo que obligadamente queremos y debemos ser porque lo merecemos.

Utilizando un indicador de identidad, el arequipeño se ha hecho conocer como el revolucionario, el hombre orgulloso de su tierra y que ha llegado a ver a Arequipa, como una república independiente. Desde el punto de vista de personajes, asumimos conceptos de líderes y caudillos, tanto desde su propia imagen, movimientos, partidos políticos o instituciones.

Figuras como Mariano Lino Urquieta y Francisco Mostajo Miranda, marcan un referente; uno médico el otro abogado, ambos de pensamiento distinto y acción diferenciada, pero con objetivos que coincidían cuando se referían a Arequipa, he ahí el detalle. El arequipeño si realmente conociera su origen, acerbo, expresiones y todo lo que tiene, se sentiría orgulloso de decir “soy arequipeño”. 

En realidad, no se ha hecho mucho esfuerzo por tener una identidad que sea producto de haberla construido, preservado y cultivado; en ese sentido, no hay mejor estrategia para tener identidad de arequipeño que, tanto a propios como a extraños, formarlos con valores de esta tierra que no solo es un territorio, sino, una multiplicidad de expresiones que hace sentir lo arequipeño con una fuerza telúrica propia de esta tierra. 

El éxito de lo arequipeño por arequipeños, no ha pasado necesariamente por el visor revolucionario. Las nuevas generaciones hoy actúan en un escenario que necesita de otras formas de hacerle sentir lo arequipeño, no hay que forzar lo arequipeño, ni tampoco basta decir, que se es por haber nacido aquí.

Se quiere lo que se conoce y por ello se le cuida; la revolución que necesitamos es la de formación y educación, la de los valores; ser arequipeño tiene que ser un valor y no denominación de origen.

Este es un primer indicador para reinventar nuestra ciudad, por acerbo y por nevada, sí que lo necesitamos hacer.

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En este aniversario la idea no va por recordar su pasado más bien, creo que es oportuno pensar en su futuro, en tanto que el hoy, el día a día y otro día más, nos da la impresión de estar siempre en un eterno presente y eso preocupa.

La Arequipa conventual de las 49 manzanas, patrimonio cultural de la humanidad, dejó de serlo; hoy estamos en el millón de habitantes.

En época de pandemia, a propósito del coronavirus y siguiendo un poco la lógica del médico, nos hemos acostumbrado a hablar, casi siempre, de enfermedad y no de salud; se especializan en curar, mas no en prevenir, y es de suponer que nos quede la duda de, cómo van a tratar al paciente respecto de los dilemas, salud-enfermedad o prevención-curación; es posible caer en la tentación de las recetas de mi abuela o, recurrir a las prácticas chamánicas de mi otro abuelo, no sé.

En esta línea, el paisaje urbano se expresa en espacios públicos y privados y una terapia urbana tiene que ver con el concepto de ciudad regulada referida específicamente a sus espacios y flujos urbanos.

El espacio, medio ambiente y habitad, requiere de una visión de ciudad, que sea apta para vivir, trabajar, comercializar, estudiar, divertirse o desarrollar actividades como la del turismo.

Importa mucho generar condiciones para que la gestión, desde el Gobierno Regional, Provincial y Distrital, entiendan de roles y funciones, niveles operacionales, manejo de capacidades y asistencia a servicios y políticas sociales. Esta visión tiene que tener claro la planificación del desarrollo local.

La legitimidad de la elección y gestión, reclama el concurso de todos los actores que en uso y manejo de la ciudad, hagan de ella, un espacio, medio ambiente y habitad, digno para vivir; los consensos inteligentes son mejores que las imposiciones arbitrarias, hay que lograrlo.

Insistiendo en el paisaje urbano, que es el espacio donde nos realizamos cotidianamente, ser una ciudad bonita es una calificación estética, sus atractivos marcan el distingo, la funcionalidad le da categoría de rápida, segura, eficiente y amigable.

En el paisaje urbano se suma todo, el entorno natural, ríos, calles, plazas, vías, arboles, semáforos, también, “anuncios y más anuncios”, sean estos de piso, postes, aéreos, colgados o atravesados, ese es el espacio público; no se salvan, techos de casas y edificios, que son espacio privado.

Dicho así, ver a nuestra ciudad de todo ángulo y perspectiva, resulta ser una locura visual.

En otra mirada, al Centro de la ciudad cuando la declararon Patrimonio Cultural de la Humanidad, le sucedieron muchas cosas.

Los bancos salieron fuera con sus sucursales y cajeros automáticos, se construyeron más servicios religiosos fuera, los cines desaparecieron, los restaurantes y diversión se fueron a la Dolores, Ejército, Trinidad Morán, Arancota y EEUU. Colegios y universidad hicieron lo mismo, la feria del altiplano con Avelino Cáceres, Siglo XX y La Barraca marcaron sus posicionamientos, salvo el mercado San Camilo y entorno que sigue aún intocable; es indudable que el paisaje de nuestra ciudad ha ido cambiando y lo ha hecho aceleradamente.

La pandemia del coronavirus nos puso al descubierto y saltaron nuestras vulnerabilidades, como los servicios de salud, por ejemplo e inconductas ciudadanas, por ejemplo.

Esta es una buena oportunidad para repensar nuestra ciudad con miras a su quinto centenario; hay mucho por trabajar y todos estamos comprometidos. Reinventemos Arequipa, se lo merece.

Visión. La ciudad ha cambiado en las últimas décadas, pero no se ha seguido este cambio con propuestas nuevas para su desarrollo.

Texto: Walther Salas Raá, sociólogo.

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