Construir y diseñar, pero con una finalidad social, motivó a un grupo de 25 estudiantes de Arquitectura de la Universidad Continental a llevar adelante el proyecto social Puckllay (jugar en quechua) cuya finalidad era llevar alegría y herramientas de aprendizaje a niños de 3 a 5 años en la asociación Villa Ecológica de Alto Selva Alegre.

La propuesta les pareció en un inicio sencilla, pero conforme fueron pasando los días y los planes cobraron forma, el trabajo fue mayor.

La idea motivada por Carla Ururi, profesora del curso de Composición en el 3er año de Arquitectura, consistió en la construcción de elementos lúdicos que ayuden al desarrollo psicomotriz de los niños del Programa No Escolarizado de Educación Inicial (Pronoei) Virgencita de Chapi, pero usando materiales reciclados.

Los alumnos formaron grupos y cada uno diseñó un juego. Rosa Rodríguez, una de las universitarias, nos contó que para hacerlo, debieron primero investigar sobre qué elementos podían ser adecuados a las prácticas de los menores y que ayuden, por ejemplo, a perfeccionar sus habilidades en agarrar objetos, aprender colores, formas y otras.

DISEÑOS

Así, diseñaron una cueva de colores con una cancha de pelotas y un tobogán que servía para motivar a los niños a moverse, trepar, conocer los colores y diferentes texturas de una forma divertida.

“Esto nos dejó muchas enseñanzas. El hecho de que ellos mismos te ayuden para hacer cosas , nos dio muchas satisfacciones. Cuando llegamos todo era pura tierra y los niños jugaban con lo que podían, usaban una botella y no una pelota, pero eran felices”, indica Rosa, para agregar después que a pesar de sus carencias, los pobladores y los mismos niños los ayudaron a construir los juegos.

Para hacer cada una de las propuestas, la participación de la docente a cargo de los pequeños fue de importancia, lo mismo que los intereses de los mismos escolares, lo que se complementó con la información que los jóvenes obtuvieron en sus investigaciones sobre desarrollo psicomotriz del niño.

APRENDIZAJE

Andrea Acosta es otra de las estudiantes que participó en el proyecto que, afirma, la ha marcado de por vida.

“Nos habría gustado seguir con cosas más grandes, no solo juegos, por lo mejos trabajar en mejorar sus casas”, precisa Andrea, para dejar saber que en su ejercicio profesional, lo que primará será el bienestar de las personas.

Ambas coinciden en señalar que no fue fácil trabajar en el proyecto, desde el diseño hasta llevar los materiales a la zona y luego construirlos. Hubo que trabajar en la cimentación, edificación, pintado, etc, lo que no solo contribuyó a su formación como arquitectos, sino que puso en juego otras habilidades, como el trabajo en equipo, la iniciativa y persistencia.

Pero su responsabilidad no quedó solo en el diseño y construcción de los juegos, sino que debieron también motivar a los niños y sus padres a conservarlos.

Estos quedaron a cargo del colegio y desde que fueron terminados, la noche del segundo día de trabajo para la construcción, son asediados por los escolares de Villa Ecológica. “Nos gustaría replicar esto mismo en otros lugares y que más proyectos como este se unan para beneficiar a los pobladores”, señaló Rosa.

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