Qali Warma: Aprendiendo a compartir en la mesa y en el aula
Qali Warma: Aprendiendo a compartir en la mesa y en el aula

Apenas aclara el día y Zintia ya está de pie. Lo ha hecho así durante los últimos seis meses y hasta ahora todo le ha salido bien.

Repasa mentalmente lo que tiene que hacer en el día mientras da una mirada al cuarto de sus hijos y se dirige a la cocina, ya tiene decidido qué va a preparar y lo alista todo.

Una hora y media después el almuerzo y la cena están listos, lo mismo que el desayuno. Lo que sigue es lo habitual, despertar a los hijos, despedir al esposo y salir apresurada para llegar a las seis a la Institución Educativa Gerardo Iquira Pizarro en la cuadra 8 de la Av. Goyeneche, en la parte media de Miraflores.

La rutina es similar a la de casa. La cocina del colegio, habilitada en un ambiente del plantel, fue arreglada por esfuerzo de los padres de familia en coordinación con la directora del plantel, María Rosa Arcata. En mayo de este año recibieron una de las 448 cocinas de dos hornillas y balón de gas, así como menaje, entregadas por el programa social Qali Warma en Miraflores.

Zintia repasa el lugar rápidamente y se dirige al fogón. “Hoy toca arroz con anchoveta”, se dice sin necesidad de mirar el menú que permanece pegado en la pared del recinto, junto a la mesa de trabajo. La tarea comienza.

Debe preparar 206 raciones y tiene una hora y media para eso. Son cerca de las seis de la mañana.

Una hora después las puertas del plantel se abren y comienzan allegar las profesoras y algunos padres de familia, que son los que se encargan de servir las raciones a los escolares.

ORGANIZACIÓN. La directora María Rosa estableció el Comité de Alimentación del Colegio en el 2013 convocando la participación activa de los padres de familia y las maestras. En este organismo se acordó que las tutoras de aula coordinen con los padres la mejor forma de organización por cada sección y así lo hicieron. En algunas clases, de las 10 del colegio, los padres rotan de manera semanal para encargarse de servir los alimentos, pero en otras lo hacen por día o permanentemente.

Jenny tiene dos hijos en el colegio y asiste todos los días para atender a los del tercer grado de primaria, donde está uno de ellos. Lo hace no como una obligación, sino como parte de una rutina que la hace sentir bien. “Me gusta atender a los chicos, que sepan lo que van a comer, cómo comportarse y permanecer juntos, no solo para estudiar”, señala mientras se acomoda el mandil blanco y la canastilla que lleva en el cabello. Al igual que ella, las otras 8 madres y padres voluntarios visten la indumentaria que la Asociación de Padres de Familia adquirió para esta tarea. Lo hacen por higiene y para ejemplo de los pequeños.

REPARTO. Jenny y los demás llegan a la cocina minutos antes de las 8. Los depósitos de acero inoxidable ya están completos y acomodados cada uno con una etiqueta que indica al grado al que corresponden y con la dotación exacta para sus comensales. La vajilla blanca también esta lista. Zintia se ha esmerado para terminar a tiempo y lo consiguió sin dificultad.

“Está todo bien organizado. En casa dejo el almuerzo y la comida y vengo aquí a cocinar. Ahora me iré a trabajar. Soy repartidora de correspondencia”, dice mientras termina de limpiar la cocina.

Mientras tanto, uno a uno los baldes y bandejas salen de la cocina para llegar a las 7 aulas de primaria y 3 de inicial que albergan a 136 y 68 escolares, respectivamente.

Simultáneamente se colocan frente a los salones los depósitos hábilmente diseñados por los padres de familia para que sean utilizados como lavatorios de manos. Cilindros apeados en un cabestrillo y acomodados con un dispensador de agua aseguran el aseo de los menores pues no hay pilones suficientes en el colegio. Un lavador contiene el agua residual que usan luego para regar macetas y jardineras que adornan el colegio, todo está planificado y no se desperdicia nada.

Solo ver las bandejas en las manos de sus responsables hace que los alumnos se pongan en fila frente a los depósitos y para lavarse las manos y volver al aula.

Los individuales de cartón que fueron donados por Qali Warma al inicio del año fueron forrados con plástico por cada uno y así aseguran su utilidad. Uno a uno se acomodan en las mesas de clases junto a los cubiertos mientras el padre responsable desarrolla la dinámica de su elección. Todos rezan y agradecen por los alimentos, algunos cantan, otros leen en voz alta y otros simplemente comparte en orden. La función de las docentes es de asistencia, la responsabilidad del orden y distribución recae en las APAFA. lo mismo que servir las raciones.

ENCUENTROS. Katiuska es una joven madre que tiene a su hijo en el primer grado y no solo es voluntaria, sino que una de las madres de familia más entusiastas con el programa.

“Es responsabilidad de toda madre estar pendiente y comprometerse con la Institución Educativa para saber cómo va la formación de sus hijos. Yo agradezco al gobierno, sinceramente, por esta ayuda”, nos cuenta mientras termina de lavar los platos junto a las otras mamás a cargo de la tarea del día. Y es que ese momento es aprovechado por ellas para compartir experiencias y establecer lazos de amistad que hacen más llevadera la convivencia en la escuela.

Mientras ellas están en este lado del plantel, en el aula, los alumnos se aprestan a lavarse los dientes. Para los pequeños de inicial este es el mejor momento y no dejan de hacerlos, el juego se combina con un hábito saludable sin mayor esfuerzo. Todo está listo para comenzar las labores.

La directora María Rosa es consciente que sin este apoyo, la cosas en el colegio no habrían mejorado. “Sé que si los alumnos no están bien no van a rendir en el estudio. Esto es una porte y un cambio que nos motiva a reflexión y esto lo hemos comprendido todos”, señala mientras apunta que el control de asistencia en el colegio es público. En la puerta del aula se coloca el registro y se analiza al comenzar el desayuno. En los dos últimos años el ausentismo se redujo a cero, en promedio, en comparación al 2012. Lo mismo ha sucedido con las tardanzas. El 18 de septiembre, cuando estuvimos ahí, solo hubo una falta.

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