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La primera persona en darnos la bienvenida a este mundo es nuestra madre. Es por ello quizá que desde entonces se convierte en nuestra compañera de toda la vida. No importa cuánto hayas crecido, lo que hagas o dejes de hacer; ella siempre estará a tu lado. Aliada, confidente, amiga, consejera, sabia, única y sacrificada.

Y como detrás de cada mamá siempre hay una - o muchas - historias, en ocasión del Día de la Madre, Correo les presenta la de dos mujeres que han sabido sacar a sus hijos adelante y cumplir muy bien el rol de madre.

“UNA MADRE NUNCA SE CANSA”. La señora Verónica Gallardo Manrique tiene 38 años. Ha sido madre tres veces y aunque desde los diez años perdió a la suya, ha sabido darle a sus hijos todo lo que ella no tuvo.

Su madre falleció producto de una apendicitis en su natal Piura, en pleno fenómeno del El Niño, en 1983. Debido a ello, con solo diez años, Verónica cambió las tacitas de té que servía en casitas de muñecas, por platos de comida real que debía preparar para sus tres hermanos que quedaron a su cargo. La vida le ofreció un ensayo para lo que sería el papel de madre que hoy cumple con creces.

Como era de esperarse, huérfana de madre, Verónica, ha estado acostumbrada al trabajo desde pequeña. Actualmente se desempeña como trabajadora del área de Limpieza Pública de la Municipalidad Distrital de Nuevo Chimbote y viste su uniforme con orgullo.

Es madre de Mercy (18), Marcia (16) y Henry (14), a quienes también ha inculcado el amor al trabajo y cada vez que puede les recuerda en sus conversaciones que la vida “es dura”.

Ella, “negra” como le dicen sus compañeros de trabajo con cariño, lo sabe bien. La primera vez que se convirtió en madre fue en Piura, ciudad que no solo fue testigo de ese gran acontecimiento sino también de una mala experiencia que por suerte ya ha superado.

“Mi hija mayor tenía once meses, a lo mucho, con mi hija en brazos me vine a Chimbote. Prácticamente salí escapándome de allá (Piura), no me fue bien en mi primer compromiso y decidí salir pero siempre con mi hija, nunca pensé en abandonarla. Llegué a aquí (Chimbote) a la casa de un primo”, nos narra.

Desde entonces, “negra” no ha parado de trabajar. En restaurantes, atendiendo en cevicherías, limpiando en casas, cuidando a enfermos y lavando ropa ajena; esta mujer supo salir adelante.

“Es lo que sé hacer. No sé prender una computadora, secretaria tampoco soy, pero lo que sé hacer lo hago y con eso me gano la vida”, señala.

El amor volvió a tocar la puerta del corazón de Verónica. Se volvió a enamorar, pero esta vez ha sabido sobrellevar sus problemas. Con su actual pareja tuvo a sus otros dos hijos, ha formado una familia y es feliz aún en medio de las carencias.

El día para la señora Verónica empieza, mientras la mayoría duerme. A las 3:00 de la mañana las luces de la cocina de su casa ya están prendidas. Debe dejar el desayuno y parte del almuerzo para su familia. Mientras que las ollas hierven, coge la escoba y realiza la limpieza de su vivienda. Si le alcanza el tiempo, lava algo de ropa. La “negra” tiene la habilidad de hacer muchas cosas a la vez y seguir de pie, como la mayoría de mamás.

Un cuarto para las cinco de la mañana, Verónica ya debe estar marcando su entrada al trabajo, hasta las dos de la tarde que llega a casa para almorzar con su familia.

“Descanso un momento y luego en la tarde, si es que hay ropa para lavar de otras personas, lo hago. Mi esposo es taxista y tengo una hija que está preparándose para la universidad. A veces no alcanza y siempre un ingreso extra es bueno. Quiero que mis hijos tengan lo que yo no tengo y sean lo que yo no pude ser”, comenta.

¿Cómo hace?, ¿No se cansa?; le pregunto. “Una madre nunca se cansa joven”, me responde.

A Verónica la vida le ha quitado tanto, que ha aprendido a valorar muy bien lo que tiene, es por eso que hoy pasará el “Día de la Madre” en compañía de su familia.

“Ya he pelado dos cuyes, los voy a cocinar y voy a ir con mis hijos al vivero. Aunque no haya mucho lo importante es estar juntos”, remarca.

MAMÁ SERENO. La mayoría de hombres confundimos la fragilidad con la debilidad. Jakeline Luna Balabarta de 32 años, es una clara muestra de que la mujer no es el sexo débil. Tiene dos pequeños hijos y se gana la vida como sereno de la Municipalidad Provincial del Santa.

Detrás de esta mujer de rostro serio, con vara en mano y borceguíes en los pies, se esconde una mamá sublime y con mucho amor a su familia.

Es la primera que vez la “Fénix luna”, como le dicen en su trabajo, incursiona en un trabajo de esta naturaleza.

“Escuché la convocatoria y me dije porqué no. Era algo nuevo y quería experimentarlo. Cuando consulté con mi esposo, me dijo que evaluara si es que yo me sentía cómoda, hasta el momento sí y estoy muy contenta de estar acá”, nos cuenta.

La “Fénix luna” también ha estado acostumbrada a trabajar siempre. Antes de entrar al personal de serenazgo, vendía salchipollo afuera de casa, situada en el pueblo joven Villa María, en Nuevo Chimbote. Solo horas antes de que acuda al parto de sus dos hijos, seguía vendiendo, recuerda.

Dentro del serenazgo, Luna se aboca a la función “preventiva de disuasión a la comunidad”, es decir trabaja mucho el tema de concienciación. Por las mañanas y al mediodía cuida en las afueras de los colegios públicos e incluso a veces ayuda a dirigir el tránsito.

Aunque no puede llevar y recoger a sus pequeños Joe (6 años) y Jhordy (3) a sus colegios; sí colabora a que los hijos de otras personas que ni siquiera conoce estén bien y fuera de peligro.

“Para mi es una alegría poder colaborar con la seguridad de los niños. Muchos ya me conocen, me dicen señorita Jaky ayúdeme a cruzar la pista o cosas así (...) incluso mi hijo, el mayor, me dice mamí cuando crezca quiero ser sereno como tú”, relata.

Luna se convirtió en madre a las 26 años. Tuvo la suerte de tener a su esposo al lado, pero igual recuerda muy bien esa sensación que va entre la ternura y el temor por cuidar de hasta el aire a su pequeño.

El día para Luna se inicia desde las 5:00 de la mañana. Alista el desayuno, mientras va esperando que sus hijos despierten. Les deja la ropa y los alimentos listos y luego va al trabajo. Los demás niños la esperan desde las 6:30 para que los cuide.

“Jaky” también realiza patrullaje, incluso cuenta que ha participado de persecuciones de choferes que se han dado a la fuga luego de atropellar a alguien e incluso se ha enfrentado a otras mujeres con arma blanca en algunas intervenciones.

No le teme a nada y eso le ayuda a cuidar a sus hijos. Ha aprendido a ser más valiente y dice que sus hijos son su principal fortaleza.

Esta sereno llega a su casa aún en la noche, pero no exactamente para echarse en la cama. Por la noche su tiempo es exclusivo para las tareas de sus hijos o para simplemente pasar un tiempo con ellos.

Hoy espera la sorpresa que le pueda dar su esposo, pero por sobretodo desea pasarla en familia.

“Ser madre es algo bello y hermoso. Yo no me lo esperaba, no fue fácil, pero nadie te enseña, tú sola debes aprender (a ser madre)”, menciona.

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