Cultura y tradición en el fin de fiesta al ritmo de los negritos
Cultura y tradición en el fin de fiesta al ritmo de los negritos

En medio de la ciudad se escuchan zapateos fuertes al compás de un violín, zapateos que vienen sonando año tras año en estas épocas, en devoción al nacimiento del niño Jesús y la celebración de la bajada de reyes. Ica, como ciudad que atesora grandes herencias musicales, al ritmo de la campanilla que marca los pasos de cada danzante, que en memoria de la cultura afroperuana zapatean fuerte para celebrar el nacimiento del niño Jesús, siguen bailando esta danza, también en memoria de sus ancestros negros que sufrieron de esclavitud.

La presencia de niños y adultos, que bailan al ritmo del violín, inunda la ciudad de color, magia y herencia. La voz enérgica de un cantante pone el son en este espectáculo, que es realzado por el canto en coro del resto de danzantes. Eso es el Atajo de Negritos, cultura y tradición iqueña.

Dentro de sus trajes blancos, las bandas cruzadas con cascabeles y adornos multicolores, los zapatos de suela, su cotillo y la campanilla de bronce, danzan expresando la alegría de sus antepasados, mientras el violín no deja de sonar y encantar a todo transeúnte que pasa por el centro de la ciudad y que se detiene para presenciar este baile.

Con muchos años llevando su herencia y tradición, y para este cierre de tradiciones, Carlos Moscaiza, dirige la Banda de Negritos “Hermanos Moscaiza”, grupo de 20 danzantes. La mayoría de ellos son niños cuya edad fluctúa entre los 5 y 14 años. Acompañado siempre de su hermano Julio Moscaiza que es quien pone la voz en esta danza y junto a él, su primo hermano, Félix Urbano Moscaiza, quien dirige el ritmo con las notas de su violín.

La mayor parte de esta agrupación son parientes, que como lo relata don Carlos, como lo llaman los danzantes, es una tradición familiar que sobrevive al pasado de los años.

“Lo que nosotros tocamos y danzamos es neto de Ica. Nosotros seguimos con estas danzas porque es tradición de mi familia y porque al pueblo le gusta, desde el más chiquito hasta el más grande se contagia con lo que nosotros mostramos”, evoca don Carlos.

Original. Ellos en respeto a su familia y la tradición no han modificado en nada la música ni el baile, puesto que lo que muestran es lo que aprendió su abuelo, y luego su padre y que él mantiene como la máxima herencia dejada por su familia, y hasta que la fuerza lo acompañe -afirma- seguirá mostrando más cultura, arte y pasión en cada baile.

Los hermanos Moscaiza no fueron los únicos en este cierre de celebraciones. La banda de pastores Divino Niño Jesús de los Ángeles, con su elenco de baile de la Venta Baja de Santiago, hizo lo propio en el centro de la ciudad. Así demuestran que este arte no solo lo llevan en la sangre, sino también en su zapateo.

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