Hoy en la Feria Internacional del Libro de Ica se presenta Jaime Pinos a las 8:00 p. m. con su poemario Criminal, un libro que no ha perdido vigencia y que nos enfrenta al crimen y al castigo como instancias competitivas. Nos habla de el trato que se le da a un delincuente una vez que se le apresa. El Conde Plebeyo Editores ha editado este poemario que llega desde Chile a la FIL Ica. Cabe resaltar que sus textos han sido incluidos en diversas antologías tanto en Chile como en el extranjero y traducidos a varios idiomas.
¿Es el miedo el mayor de los controles en las sociedades modernas?
Uno de los mayores, sin duda. El miedo y el control son parte de un mismo sistema de vida. La gente asustada, la gente que vive con miedo, siente que necesita y termina pidiendo el control como única protección posible frente a la amenaza que la acecha. En Criminal se habla del miedo como un virus que se inocula, cotidianamente, hasta infectar completamente los cuerpos y las mentes. Los medios son, desde luego, parte central de este dispositivo. Allí se hornea gran parte del pánico nuestro de cada día. El miedo ambiente le permite al poder desplegar su narrativa del enemigo interno con la fuerza de quien domina el sentido común. El miedo es también una construcción de lenguaje. Es ahí, en las palabras y las imágenes del terror con que los medios nos bombardean a diario, donde el poder ocupa el espacio de la conversación y el imaginario. El enemigo interno es siempre el mismo. El delincuente, el pobre, el inmigrante, el insumiso. Por experiencia histórica, sabemos dónde conducen estas energías sectarias y casi siempre violentas. La relación entre miedo y fascismo ha sido y es orgánica. Se trata de una forma de vida donde la soledad y la indefensión de muchas personas se utiliza para terminar justificando la segregación y, tarde o temprano, la represión y el crimen. El que teme está solo con su miedo, a solas con su paranoia, mientras consume las imágenes que se le ofrecen. Más allá de los hechos, el miedo es real. El miedo es lo real. Quien vive de esa manera, quien ha asimilado el miedo como parte de su metabolismo, está dispuesto en su impotencia a vivir en la sociedad de control. Está dispuesto, a cambio de la seguridad policiaca que le promete el poder, a ser controlado, a perder su libertad.
¿Mientras escribía Criminal qué libros, música o cine consumía?, ¿le influyeron en su construcción?
Creo que la experiencia de la escritura siempre está abierta a todo tipo de influencias. No solo literarias, desde luego. De hecho la escritura es también el trabajo de construir un archivo que, desde luego, siempre excede al libro final. Entre los referentes que se me vienen a la cabeza hay libros y películas. Eloy de Carlos Droguett, A sangre fría de Truman Capote, por ejemplo. Entre las películas El Chacal de Nahueltoro de Miguel Littín y algunos documentales, La delgada línea azul de Errol Morris, por ejemplo.
¿Qué es para usted la poesía documental?, ¿la escribe?
Escribo poesía. A secas. No me interesan mucho los adjetivos, las etiquetas o las literaturas de nicho. No creo que exista una poesía documental. Más bien intento practicar una forma de escribir documentalmente, una escritura que asimile, entre otros materiales, fuentes y documentos. Que hace de la investigación y la construcción de archivos una coordenada central de su quehacer y de su poética. Me parece que hay en la poesía una manera de escribir documentalmente que puede diferenciarse de otras escrituras, la del historiador y la del antropólogo, por ejemplo. La diferencia radica en una idea de Muriel Rukeyser quien plantea que la poesía puede “extender” o “expandir” el documento. Esta expansión permite a la poesía integrar materiales documentales provenientes de ámbitos distintos al documento definido en sentido restringido, generalmente documentos burocráticos de diversa especie. En este sentido el documentalismo poético es, antes que una forma de escribir, una forma de leer. De identificar los textos, relatos u objetos que tienen un potencial documental. Aquellos que portan, en sí mismos, la potencia de un conocimiento sobre la realidad presente o sobre la memoria. El trabajo de un poeta documental sería entonces recoger y poner en relación estos materiales a través del montaje. Lo que mueve mi escritura es la pulsión de realidad. Tal como Arendt, escribo para comprender. Escribir no sobre sino en la realidad. Esa sería la cualidad de la escritura que persigo. Dos expansiones de lo documental me interesan especialmente. La primera es cierta comprensión fragmentaria de la historia. El desarrollo de una poesía situada históricamente, inscrita en la circunstancia política y cultural que la atraviesa como condición y como contexto. Lo segundo es la integración de la subjetividad, de la biografía. Intento practicar una forma de documental subjetivo, tal como llamó a su cine Chris Marker. Este punto de vista personal, subjetivo, creo acerca o quiere acercar mi escritura al ensayo. Ensayo no como escritura del yo, sino del yo en la escritura.