Despedir a un periodista
Despedir a un periodista

Marco Sifuentes lo ha recordado desde Twitter: hubo una época en que en la televisión peruana de señal abierta convivían, desde distintos canales, César Hildebrandt, Rosa María Palacios, Augusto Álvarez Rodrich, Cecilia Valenzuela, entre otros. Un abanico de líneas y de posturas que justamente permitían una visión plural de los hechos para beneficio del público. Hoy, pensar en esa pluralidad y matices de voces preponderantes suena a utopía.

El tema viene a colación a propósito de la salida de Josefina Townsend de Radio Programas del Perú, una salida anunciada en los días previos, en medio de dudas y ráfagas conspiracionistas que, finalmente, terminaron por confirmarse.

Los medios masivos están en crisis, algunos en cuanto a lo comercial, pero todos, sin excepción, en cuanto a su credibilidad y prestigio. Las audiencias, cada vez más críticas, y con una voz cada vez más activas gracias a las plataformas digitales, se lo están haciendo notar, atizan el fuego de su desprestigio.

Existe un conflicto incesante entre lo que es libertad de empresa y libertad de expresión. Eso siempre ha ocurrido desde que la prensa es prensa. Una empresa tiene la libertad para contratar o rescindirle el contrato a un periodista. Pero el problema para la empresa surge cuando ese periodista le da voz a segmentos de público que se sienten identificados con el trabajo de ese profesional de la información. Hoy en día es insensato y hasta estúpido que una empresa ignore la voz de las audiencias, es como hacerse un autogol, como si se hiciera una publicidad negativa a sí misma. Despedir a un periodista sin justificación alguna, o sin sustento creíble, suele ser un boomerang venenoso en estos tiempos.

Kapuscinski decía que, a las finales, no es una empresa la que contrata a un periodista, sino el público. Suena romántico, propio de un mundo ideal, pero como periodista de raza que fue, es difícil que el polaco haya antepuesto la poesía al relato de la realidad. Cuando hoy vemos las reacciones ante el despido de Townsend de RPP, cuando uno ve cómo difunden y comparten esos videos en los que ella pone en apriestos y con solvencia a tanto político verborreico, uno entiende que Kapuscinski tenía razón. El público, finalmente, es quien sostiene el trabajo de quienes honran el periodismo.