Fernández tiene un problema de personalidad evidente, que se ha acrecentado con su ascenso al poder.
Fernández tiene un problema de personalidad evidente, que se ha acrecentado con su ascenso al poder.

La semana que pasó fue especialmente bochornosa para el alcalde de Trujillo. Comenzó el lunes con su retorno a la municipalidad luego de su descanso médico, pero con un regalito a cuestas: la escultura de un falo, su fetiche de siempre. Luego vino todo lo que la mayoría de trujillanos ha visto y que fue motivo de duros cuestionamientos desde distintos sectores, incluso desde la opinión pública capitalina.

Y ha sido tan bochornosa la semana para Arturo Fernández, que terminó con él reculando y llevando la escultura fálica a otro lugar; y con la difusión de una carta que se les atribuye a sus padres Nury Bazán y Valentín Fernández, en la que piden disculpas por los excesos verbales y las agresiones de su hijo. Es que lo exhibido por la máxima autoridad política de Trujillo era para avergonzarse hasta el infinito. Claro, tal parece que el único que no siente bochorno alguno es el mismo Arturo Fernández.

Fernández se está volviendo absolutamente indefendible. Tiene evidentemente un problema de personalidad, que se ha acrecentado, según lo que se puede ver, con su ascenso al poder. Me animaría a decir que ese auge que ha tenido en las redes sociales, y que le ayudaron a apuntalar su candidatura a la alcaldía, lo ha convertido en el personaje que hoy vemos y entonces ya hasta ha dejado de ser quien alguna vez fue. O quizás esto le ha permitido mostrarnos a quien era realmente.

No podemos jugar con asuntos tan serios como la salud mental, pues es un problema álgido en el país y no es cosa de broma. El mismo Fernández posicionó su apelativo de “El loco” para poder ganar más réditos. Sin embargo, es evidente que estamos ante una persona con perturbaciones y actitudes propias de quien no está en su plenitud mental y emocional.

Es pertinente ver este problema desde ese ámbito porque es un tema de interés público. Estamos hablando del alcalde de la ciudad, aquel que con sus decisiones y acciones traza el destino de toda una provincia. Si el señor Arturo Fernández tiene algún problema de esa naturaleza, no estaría apto para el cargo.

Hay que tomarse este asunto con seriedad. Las agresiones verbales a reporteras, a un regidor, a políticos; los desplantes a empresarios y ciudadanos y demás son solo la punta de un problema. Un problema que puede ser mayor porque él es quien tiene en sus manos los destinos de Trujillo en este momento. ¿Qué está haciendo el alcalde cuando no lo vemos? ¿Qué otras tropelías cometen cuando las cámaras se apagan?