El señor Coco y “Gringasho”
El señor Coco y “Gringasho”

Cuando el señor Coco recibió las primeras llamadas de un extorsionador que le había puesto la mira a su flamante de negocio en una urbanización de la ciudad de Trujillo, no supo que hacer. Empezó a llamar a varias personas y a pedir consejos para saber qué hacer ante el pedido de los extorsionadores, que pronto iban a volver a llamar por una respuesta.

El señor Coco tuvo la suerte, en medio de su búsqueda, de encontrarse con un viejo amigo con el que trabajó años atrás en una conocida empresa. Le contó el tema y él le dio una solución que no podría fallar:

-Conozco a alguien que te puede ayudar, es familia de un amigo mío que es mi pataza de años.

-¿Quién es?

-Es un tipo efectivo. Te llevaré con él.

La conversación se había dado por la noche, de modo que el amigo le dijo al señor Coco que debían acudir a primera hora del día siguiente, muy temprano. Las coordinaciones se hicieron rápidamente por celular.

El señor Coco estuvo, entonces, al otro día, como a las ocho de la mañana, en una casa del sector Río Seco, en El Porvenir. Allí habían cuatro personas bebiendo cerveza a esa hora. El amigo saludó al otro y lo llevó a él y a don Coco con el pariente que debía solucionar el problema.

-Alexander, él es el amigo.

-Mucho gusto.

Se sentó y vio su rostro, reconoció esa cara medio colorada y ese corte tipo militar porque lo había visto cientos de veces en los periódicos y en la televisión. Mientras lo oía, sus dudas se iban disipando y entendió que estaba ante alguien que era para él un perfecto conocido aunque nunca se lo hayan presentado antes personalmente. Alexander le pidió que le mostrara los mensajes, el teléfono, que le cuente los detalles de los mensajes extorsivos. Y, minutos después, identificó a los autores:

-Te están llamando desde la cárcel.

Le dio indicaciones, le dijo que aunque era una chamba no le iba a cobrar por ser amigo de la familia. Pidió unos stickers, que los pegue en su local.

El señor Coco hizo todo lo que le dijo y le rindió frutos. No volvieron a llamarlo, en efecto.

El último domingo, el señor Coco volvió a verlo en las noticias. Y empezó a temer otra vez. 

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