En las redes del mundial
En las redes del mundial

Era en ese entonces uno de esos niños que llegaba del colegio y, con uniforme escolar aún puesto, se sentaba solito frente al televisor de 14 pulgadas para ver el mundial. Era el mundial de Italia 90, el primero que recuerdo con cierta claridad, y porque incluso recuerdo perfectamente el ejercicio de comprar paquetes de figuras y llenar el álbum de rigor.

El siguiente mundial, el de USA 94, también nos agarraba con uniforme escolar, pero el horario era asequible y era ya un poco más grande. Eran Romario y Bebeto aguijonenado las ansias hasta en aquella final con Biaggio agachando la cabeza tras disparar al cielo.

El de Francia fue entre las clases de la universidad y la afición por las jugadas de Ronaldo con la camiseta de Brasil. Y con Zidane como verdugo en la final. Pero hubo revancha, ya se sabe, en esas madrugadas con café y panes con mantequilla en la vieja casa de Chicago, casi siempre junto al primo Juan, que se dormía a veces. Ronaldo, el fenómeno, decía, tuvo su revancha y fue el rey de Cora - Japón 2002.

Es extraño, pero conforme uno se va haciendo adulto, conforme uno empieza a ser parte de la población económicamente activa, algunas cosas que antes te emocionaban a morir se amainan irremediablemente. Son las idas y vueltas, los nuevos compromisos y la vida ya no como un juego, dicen. Y por eso aunque el mundial seguía siendo uno de los acontecimientos que más esperaba uno, terminaba llegando de pronto, llegaba sin que uno lo esperara demasiado. Ya no como antes, cuando cuatro años parecían eternos. Llegaba más rápido.

Y así llegaron los mundiales de 2006 y 2010, entre el arreón casi imperceptible de una Italia fea pero efectiva y campeona, con cabezazo de tarjeta roja de Zidane en la final; y los nuevos bríos de una roja que empezaba a replicar el juego de posición del Barcelona de Guardiola para tener su primera gloria.

El mundial de Brasil 2014 llegó también así, pero el mundo ya no era el de antes, ya se sabe, ahora todos estábamos a un cllic de soltarlo todo, decir mucho y no decir nada. Y fue especial, por la goleada escandalosa de Alemania, por la estrella que a Messi se le escapó.

Y ahora he llegado a la conclusión de que Rusia 2018 nos ha regresado a la época inicial, aquella más lúdica, más ansiosa, como cuando se era chico. Las redes tienen mucho que ver, al menos en el caso de quien escribe estas líneas: tan emocionado con el asunto como cuando llegaba con el uniforme de escolar, pero esta vez frente a una pantalla cuatro veces más grande, como la edad misma, para participar de este juego pero desde las palabras, porque de alguna forma hay que nombrar o plasmar esta ilusión de cada cuatro años en el mundo.

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