Fujimori y el fujimorismo
Fujimori y el fujimorismo

El fujimorismo está vivo, proclaman hoy muchos, mirando la cantidad de escaños en el Congreso y la situación expectante de la candidata de Fuerza Popular en la segunda vuelta. Y uno no puede evitar pensar en la sonrisa de Alberto Fujimori desde prisión, en esa su noventera -medio cachacienta- mueca de satisfacción.

Tampoco es para asustarse, claro. El fujimorismo, por mucho que la nostalgia lo asalte y lo lleve al precipicio de la tentación, no podría repetir las mismas tropelías del régimen noventero. No hay forma ni condiciones para un golpe de Estado ni para el cierre del Congreso ni para los tanques y persecuciones con el Ejército manipulado. Además, Keiko no es su padre, ni para lo bueno ni para lo malo.

Pero sí está ahí una cuestión de dignidad, una especie de lección no aprendida. Porque si un gran porcentaje de los votos de Keiko Fujimori han sido efectuados en nombre del padre, quiere decir que estamos legitimando su régimen, con todo lo nefasto que esto trajo. Porque no, la derrota del terrorismo y la estabilidad económica no pueden cegarnos ante lo otro: las matanzas de inocentes, los “narcoaviones”, la compra del Congreso a través de billetes contantes y sonantes, un Poder Judicial emputecido, una prensa emputecida, un Ejército emputecido, puro estiércol en el que parecían nadar millones de soles al ritmo del “chino” y de su negado socio, Vladimiro Montesinos.

No le falta razón a Mario Vargas Llosa, aunque les arda a varios, cuando dice que el triunfo de Keiko Fujimori significaría reivindicar el régimen del padre. Y esto porque el fujimorismo, liderado por la misma candidata de Fuerza Popular, no ha dejado de llamar “errores” a los actos delictivos y condenables de aquel régimen. Y porque más allá de que la aspirante a la Presidencia haya tenido un trabajo encomiable y haya actuado con inteligencia hasta ahora en la cosecha de más adhesiones, la base central de su voto duro sigue teniendo el ritmo del “chino”.

Si muchos quieren optar por el fujimorismo están en todo su derecho, esto es parte de la libertad y la democracia. Pero no se puede negar lo innegable: Alberto Fujimori está preso por ladrón y por la matanza de inocentes, fundamentalmente. Dejen de describirlo, entonces, como un gran hombre o como un ejemplo de presidente.