Tenía 85 años cuando la muerte sorprendió al escritor y docente arequipeño Oswaldo Reynoso un 24 de mayo del 2016. Don Oswaldo conservó hasta su último respiro aquella aura de leyenda que la crítica le otorgó por atreverse a escribir sobre sexo y bares usando la poesía de la calle.
Esto se refleja en el cuentario “Los inocentes” (1961) y la novela “En octubre no hay milagros” (1965). Obras de culto que dividieron a la crítica. José María Arguedas elogió “Los inocentes”: “Reynoso ha creado un estilo nuevo: la jerga popular y la alta poesía reforzándose, iluminándose”. En cambio, Martín Adán le dijo: “su libro me dio miedo por usted, usted va a sufrir mucho en el Perú”. El viejo poeta se refería a los censores conservadores que pronto tildaron su obra de “pornográfica” y a su autor de “corruptor de menores”.
En esa línea, José Miguel Oviedo afirmó sobre “En octubre no hay milagros”: “son páginas hediondas que deben arrojarse, sin más, a la basura”. Mientras que Mario Vargas Llosa salió en su defensa: “Es un libro de una crudeza fría y áspera, como la realidad que lo inspira, y tiene los altos méritos —raros entre nosotros— de la insolencia y la ambición… un retrato verídico y múltiple de Lima, una radiografía horizontal y vertical de la ciudad”.
En medio de tanta polémica, Oswaldo Reynoso fundó el Grupo Narración junto a Miguel Gutiérrez y Antonio Gálvez Ronceros, y pese a solo sacar tres números de su revista Narración (1966, 1971 y 1974), entre sus páginas se difundió a José Watanabe, Eduardo González Viaña, Augusto Higa Oshiro, Roberto Reyes Tarazona, Hildebrando Pérez Huarancca, entre otros escritores nacidos fuera de Lima.
Tras la salida de “El escarabajo y el hombre” (1970), Oswaldo Reynoso se sumergirá en un silencio editorial por más de veinte años. Tiempo en el cual también residió y trabajó en la República Popular China (1977-1989) como corrector de estilo en la agencia Xinhua y docente en la Universidad de Pekín. Su retorno al Perú se dará tras la masacre de Tiananmén, sobre la cual escribió la novela “Los eunucos inmortales” (1995), libro que le valió el desprecio del gobierno chino.
A partir de “En busca de Aladino” (1993), el estilo de Oswaldo Reynoso dejará de lado la problemática social y resaltará el erotismo y lo autorreferencial, como en “El goce de la piel” (2005) y “En busca de la sonrisa encontrada” (2012), obras inclasificables que transgreden los límites narrativos mezclando memoria, fantasía y poesía.
Pasó los últimos años de su vida invitado tanto a ferias internacionales del libro como a ferias de los pueblos más recónditos del Perú, sin hacer distinción alguna, pues Oswaldo Reynoso siempre se mantuvo alejado de la insufrible imagen del intelectual snob de escritorio (ahora de Instagram), y pese a que “En octubre no hay milagros” fue reeditada en Argentina y traducida al italiano, él afirmó que poco le importaba porque siempre escribió pensando en el pueblo peruano.
Oswaldo Reynoso será recordado como un escritor contracultural: maoísta, ateo, homosexual y bohemio. Aquel que nunca tuvo miedo para decir y escribir lo que le salió de las vísceras, que fue feliz visitando colegios entre cerros y arenales; y que siempre tuvo un consejo para mejorar tu obra mientras compartías con él unas cervezas.