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“Vengo a visitar a mi hermana Karina. Lamentablemente, el Covid-19 nos la quitó el 20 de abril de 2021″, cuenta Susana Paredes en la puerta del cementerio de Miraflores, en Trujillo.
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Ayer el camposanto debió cerrar sus puertas –todos los lunes lo hace para que sea desinfectado–, pero debido a la gran cantidad de gente que llegó desde tempranas horas tuvo que abrir las rejas que dan a la avenida Túpac Amaru.
“En un día normal nos visitan unas 500 personas, pero mañana (hoy) seguro habrá más de dos mil o tres mil”, estima un trabajador de la Beneficencia de Trujillo, entidad responsable del camposanto.
Normalidad
Desde que empezó la pandemia de la Covid-19 en Trujillo y el resto del país, en marzo de 2020, es la primera vez que el cementerio de Miraflores abrirá sus puertas un 1 de noviembre [día de los muertos] sin restricciones.
En la puerta del panteón que da a la avenida Túpac Amaru, todavía se encuentra el panel que detalla las normas que deben seguir las personas que deseen ingresar. Dos de ellas son el uso de una mascarilla KN 95 o doble barbijo y el carné de vacunación para los menores de 5 años.
Sin embargo, debido a que el Gobierno Central levantó la emergencia sanitaria el 27 de octubre y eliminó las restricciones, el único pedido que se hace ahora a los visitantes es no ingresar flores naturales, sino solo de plástico.
La atención en este camposanto es de martes a domingo, de 7:30 a.m. a 12:30 p.m. y de 3 a 5 p.m. No obstante, como sucedió ayer, hoy la atención será de corrido. Este, entonces, es otro cambio importante que habrá en el día de los muertos.
“Por la cantidad de gente que estimamos llegará, no vamos a cerrar al mediodía”, señaló el mismo trabajador.
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Tradición
En el Perú, la población acostumbra a honrar a los muertos con música, baile y comida.
En la puerta del panteón, Emiliano Rubio, un destacado quenista de la ciudad, espera hoy poder tocar su guitarra ycantarles a los muertos tras dos años “terribles” por la pandemia.
“Con el cierre del cementerio, en marzo de 2020, nos convertimos en uno de los grupos más golpeados y varios tuvieron que tocar y cantar en las calles para poder sobrevivir”, recuerda Rubio.
El músico toca en Miraflores desde 2002. Cuenta que un 1 de noviembre pudo llevarse a los bolsillos S/ 600.
“Ojalá el día este bueno, pues hemos vivido también momentos muy duros. Si se trata solo de orar y acompañar, se cobra unos veinte soles, pero si es el cumpleaños del difuntito, unos cincuenta”, sostiene.
Quienes también se mantienen expectantes en la puerta del cementerio son los vendedores de flores. A diferencia de años atrás, los capullos que ahora predominan son de plástico, pues no se permite el ingreso de arreglos naturales.
“Valen entre cinco y diez soles, dependiendo la flor que lleve”, refiere una joven florista.
Metros más allá, Sebastiana Llontop, cuyo puesto tiene 25 años, dice también que hoy esperan vender como lo hacían antes de la pandemia.
“Ojalá tripliquemos nuestras ventas”, sostiene con algo de esperanza.
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