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En la avenida España, a la altura de la Compañía de Bomberos, en , hay cuatro personajes que, a pesar de ser de países distintos, tienen una misma pasión: el arte urbano.

Es allí donde encontramos a Ronald Iguera (chileno), José Alberto Marin (venezolano), Usiel Jara (chileno) y Lucas Ripoll (argentino); cuatro jóvenes que han recorrido gran parte de Sudamérica sin ningún centavo en el bolsillo, pero con muchas ganas de conocer las culturas y costumbres de los países.

“Esto es algo que nos nace porque somos aventureros. Por ejemplo a mí no me gusta estar en un solo lado, debo estar siempre en movimiento y como tengo que sobrevivir y me gustan los malabares, pues vivo de eso”, dice José Alberto, mientras practica sus maniobras con sus tres clavas - garrote de tamaño corto a mediano, usualmente de madera-.

DE LA NADA. Pero el ser malabarista de las calle o ser “cirquero urbano”, como ellos lo llaman, no ha sido fácil. Ronald explica que viajó desde Santiago de Chile a Bolivia con 10 mil pesos chilenos, pero al llegar ya se había gastado todo su dinero y tuvo que empezar de cero.

“Nosotros, cada vez que arribamos un nuevo país, llegamos como se dice “agujas”. Pero cada vez que nos apoderamos de las calles y empezamos a realizar nuestro arte, todo va bien”, dice entre risas.

Usiel, paisano de Ronald, explica que si uno quiere ser un aventurero tiene que ser apasionado con lo que hace. Él lleva cinco años conociendo distintos países en Sudamérica como Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, entre otros, y dice no cansarse de dormir en playas, plazuelas o bancas.

“Es algo que me gusta y no creo que cambie. Conocer nuevas amigas, la rica comida y la hierbita, ¿por qué no? Es algo que siempre nos acompaña”, dice mientras una sonrisa desviste sus recuerdos.

HACEN SU CAMINO. Para ellos, el llegar a un país nuevo es hacer su fortuna. Nos dicen que el no tener sus pasaportes en regla no es una dificultad. “Nosotros no tenemos los papeles en regla por el tema que nos piden mucho trámite y plata, pero cada vez que vamos a un país lo respetamos”, dice Ronald.

Y es que la filosofía de estos artistas urbanos es hacer su camino por todo Sudamérica y volverlo su propio país. “Nosotros no robamos ni dañamos a nadie, solo vamos y conocemos culturas. Es como si todo Sudamérica sea un país para nosotros”, dice José Alberto.

LA MANADA. A este grupo se le unió hace dos semanas Lucas Ripoll. El argentino llegó hace dos semanas a Trujillo con Viru, su cachorro de dos meses. “Yo legué de Lima para acá y me encontré con estos chicos y como tenemos la misma filosofía, nos juntamos para hacer nuestro arte”.

Finalmente, estos cuatro extranjeros expresan que tienen una sola misión en esta vida como viajeros: demostrar que no se necesita ser millonario para darse la gran vida. Y mientras empiezan a realizar sus malabares cuando la luz del semáforo cambia a rojo, se ve cómo las personas observan maravilladas sus habilidades y agradecen su arte mediante monedas que, a pesar de no llegar ni a los cinco soles, para ellos es suficiente para sonreír.