El cementerio Miraflores de Trujillo fue ese espacio de reencuentro con el ser querido, con el entrañable amigo que dejó de existir pero que vive en el alma, en el corazón de la memoria.
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“Mi padre, Santos, cumpliría hoy 97 años de vida, pero se fue en 2013. Simpre me hablaba de los goles de Cubillas, Baylón”, recuerda con nostalgia Carmen Flores.
En otro de los pabellones del camposanto, Genaro Vásquez reza por su madre, María García. Ella falleció en 1981, pero la imagen de su rostro se mantiene intacta en sus retinas.