“Mi mejor terapia es confiar en Dios, él lo puede todo”
“Mi mejor terapia es confiar en Dios, él lo puede todo”

Lourdes Estrada Méndez tiene 49 años de edad y hace dos años sufrió un terrible accidente de tránsito que le cambió la vida, pero no ha logrado arrebatarle la esperanza.

“Una mujer no debe derrumbarse, pase lo que pase. Nosotras somos las que movemos el mundo”, asegura esta mujer coraje que ha sabido luchar contra la adversidad.

ACCIDENTE

El 2 de julio del 2017, Lourdes viajaba junto a su esposo en una mototaxi, se dirigía a la universidad para asistir a su último día de clases. De pronto, un accidente cambiaría el rumbo de su vida. “La moto se atascó en una pendiente y al voltearse me cayó en la cara, me desfiguró, terminé con una fractura maxilofacial con compromiso de ojos. Mi esposo salió ileso. Lo que sucedió luego, ya no me acuerdo”, narra la sobreviviente.

Estuvo 7 días en UCI con una fractura maxilofacial, tuvo una hemorragia en el triángulo de la muerte y un desprendimiento de retina. Fue sometida a cinco cirugías, lograron reconstruirle el rostro pero perdió la visión.

“Mis ojos se abrieron, así como abres un cascarón, y se vació el líquido interno. Tuve un coágulo retroocular, demoraron mucho en atenderme en el hospital, dormía en una silla de ruedas. Cuando lograron operarme, ya no se pudo hacer nada por mi vista, sin embargo, mis ojos siguen conectados al cerebro, aún veo la luz”.

TERAPISTA

Antes del accidente, la madre de dos hijas se dedicaba a realizar terapia física y rehabilitación a domicilio. Por ello, decidió estudiar la carrera para obtener el título. Previamente, había seguido cursos de Laboratorio Clínico pero los abandonó por la terapia.

“Por algo suceden las cosas”, reconoce al darse cuenta que fue una buena decisión apostar por trabajar con sus manos.

“No siento que me falte nada, sí tengo limitación pero no me siento oscura. Yo veo la luz. Siento los reflejos. Yo me independizo, no quiero ser una carga para mi familia”, asegura esta mujer pese a haber pasado por un momento tan doloroso, como la pérdida de la visión. “Un día vi las luces psicodélicas en una fiesta a la que fui con mi esposo. Yo siento la luz, para mi la luz no se apagó. Eso me da fuerza porque sé que Dios está todo el tiempo conmigo, él no me ha abandonado” continúa.

Su recuperación fue rápida. En seis meses había logrado salir del cuadro crítico e increíblemente no necesitó ninguna terapia psicológica porque para ella “la mejor terapia es confiar en Dios, porque él lo puede todo”.

LA VIDA CONTINÚA

Ahora realiza trabajos en su casa del asentamiento humano San Martín, en el distrito Veintiséis de Octubre. También trabaja en el hospital Privado haciendo lo que más le gusta: servir a los demás.

“Uno no se debe limitar, no hay que mirar atrás. No debemos quedarnos estancados llorando. Mientras hay vida, hay esperanza”, repite con una fuerza envidiable.

De la tragedia aprendió que es mejor mantener la fe y seguir adelante, para ella lo más importante es poder ser un ejemplo de vida para sus dos hijas y dos nietas. “Yo les decía denle gracias a Dios porque yo estoy aquí. Hay problemas peores creo pero debemos salir adelante. Como mujer siento que he superado bastante, he aprendido muchas cosas. Es difícil pero no imposible”, asegura Lourdes mientras prepara su camilla para atender a una paciente.

Se moviliza de forma independiente y hasta ha aprendido a brindar terapia psicológica porque muchas personas llegan con dolores físicos, que en realidad son síntomas de tensiones y problemas del alma, que ella ayuda a curar porque tiene unas manos de ángel.

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