“Emigrar es difícil, pero la familia nos da fuerzas”
“Emigrar es difícil, pero la familia nos da fuerzas”

"Emigrar es difícil, pero imaginar una vida mejor para mi familia, para mi hija, nos dio la fuerza para decidir salir de nuestro país. Y aquí estamos”, así resume Lady Peraza, una docente venezolana que acaba de llegar a  la travesía que le tocó emprender junto a su esposo y su pequeña hija, Amberh, de apenas un año de edad.

Ellos son solo tres de los más de 600 mil ciudadanos  que han ingresado al país en busca de mejores oportunidades.

En el albergue de la iglesia “Los Sagrados Corazones”, ubicado en el asentamiento humano López Albújar, se alojan 14 extranjeros, que gracias a la solidaridad de algunas personas, tienen un techo seguro donde permanecer, mientras buscan trabajo para poder independizarse.

“Somos una familia joven que quiere prosperar, por eso decidimos salir”, sostiene Lady, quien nos cuenta que pese a ganar más del sueldo mínimo en su país(unos 20 soles peruanos), no les alcanzaba para subsistir. Y no es para menos. Ellos tienen una pequeña que debe gozar no solo de buena alimentación, sino además de cuidados, seguridad y una vivienda.

Lamentablemente, son miles los niños venezolanos que se han visto obligados a emigrar junto a sus padres, porque en su país la crisis está cada vez peor.

NAVIDAD LEJOS DE CASA

“En Venezuela, en Navidad comemos hallacas, es un plato tradicional de mi país, parecido a los tamales que preparan acá en Piura, con bastante relleno, pan de jamón y ensalada de pollo. Esa es nuestra cena navideña”, contó emocionada la docente.

Ella no pudo evitar llenarse de nostalgia al recordar las navidades junto a su familia. Es la primera vez que se encuentra lejos de su hogar, justo en Nochebuena.

“En la navidad todos nos reunimos a jugar monopolio, cantar karaoke, preparar las hallacas, es un día bastante especial. Es inevitable ponerse triste en estos momentos, pero aquí está mi esposo, mi hija, juntos nos levantamos el ánimo”.

Ayer, en Navidad, fueron invitados a cenar a la casa de una familia piurana, donde por primera vez degustarían de la cena navideña piurana: pavo al horno, con chifles y tallarines amarillos.

Junto a sus compañeros de albergue, se muestran agradecidos de la acogida que han tenido en esta ciudad. Reconocen que no todos los venezolanos son bien recibidos en otros países.

“Además de lo duro que es vivir una migración, imagínate lo que se debe sentir que te traten mal”, reflexiona Lady, mientras abraza fuerte a su hija y pide que sus compatriotas puedan pasar una Navidad en paz y armonía, aunque estén lejos de sus seres queridos.

Su esposo, Erhnys Araque, docente también, anhela encontrar un trabajo pronto para sostener a su familia.

“Estar lejos hace reflexionar en muchas cosas, pero uno agarra fuerzas y busca salir adelante. No podemos darnos el lujo de quedarnos sentados y pensar mucho”, sostiene.

Andrés Farfán, de 20 años, llegó junto a su padre Orlando en busca de un mejor futuro.

“Mi gran deseo es ver a mi mamá, darle un abrazo y decirle que la amo. Sé que esto es temporal. Ya llegará el momento de volver, o de que ellas puedan venir y estar juntos otra vez”, dice mientras recuerda que dejó a su madre y a su hermana menor en Venezuela, a una hermana en Ecuador, y todos sus sueños postergados, mientras busca la manera de salir adelante. 

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