"Las estrellas solo en el cielo", dice Amparo Brambilla cuando le recordamos sus años de exitosa trayectoria, esa imagen que proyectó como diva inalcanzable y lo que significó en la época dorada del café teatro en los años ochenta. Pero la hoy actriz no quiere vivir de los recuerdos, ni menos que se piense que es de esas figuras que viven en las nubes. Nada de eso.

"En mis épocas de vedette nunca me creí estrella inalcanzable, y cuando los periodistas escribían que era la mujer más deseada del Perú, me daba cólera. Yo era igual que todas mis colegas. En mis giras nunca pedí exquisiteces, ni hoteles cinco estrellas", aclara la actriz, quien acaba de estrenar la comedia de humor negro "Y ahora... ¿qué hacemos con Jacinto?" en el Teatro Mocha Graña.

En tu carrera has ido quemando etapas de una forma inteligente...

En la vida siempre hay que saber decir hasta acá nomás; lo importante es que sea en el momento adecuado.

¿Decidiste dejar el vedettismo por una decisión propia o fuiste obligada por las circunstancias?

Creo que tuvieron que ver ambas cosas. Acuérdate que nos agarró la época del terrorismo. Eso generó que el trabajo en las revistas de café teatro fuera perdiendo terreno. La gente estaba acostumbrada a salir en la noche, pero todo se complicó por el toque de queda; además, las producciones empezaron a bajar de calidad. Así que dije mejor me dedico a trabajar en provincias y a nivel de televisión en "Risas y Salsa".

Y esa fue tu mejor escuela de actuación...

Tienes razón, porque lo mío fue aprender in situ, en la cancha, como se dice. Y qué mejor escuela que estar rodeada de maestros de la actuación que nos daban una verdadera clase cada vez que grababan. Yo era una esponjita que absorbía todo. Además de formarme como actriz, también me quedó la puntualidad, la disciplina y el respeto al compañero que siempre se debe tener.

Aún sigue esa eterna polémica de si se les debe dar oportunidad en la actuación a quienes no han seguido estudios...

Yo creo que todos merecen una oportunidad y hay que darles un tiempo. Si en una, dos o tres no funcionas, ya pues, ni modo. Pero por experiencia propia hay mucha gente que ha nacido con talento y luego hace una carrera con mucho oficio.

Te alejas del vedettismo por la actuación y también tuviste una etapa de absoluto silencio...

Fue cuando tuve serios problemas de sobrepeso y leía muchos ataques del periodismo, que hasta me calificaba de "ropero de tres cuerpos". Me empecé a sentir mal, no me sentía contenta conmigo ni con mi trabajo. Dije: "Si voy a sentirme atacada y no voy a estar bien, mejor me alejo".

¿Y cuándo saliste de ese aislamiento?

La culpa la tuvo Osvaldo Cattone. Yo lo tenía harto durante toda mi etapa de vedette y siempre le decía: "Quiero estar en el Marsano aunque sea pasando atrás con la bandeja". Y él me respondía: "Ya habrá un momento". Y me llamaron para debutar en teatro con "Venecia" (2002), al lado de Amelia Bence, Bruno Odar, Atilia Boschetti y Vanessa Saba. Cattone me enseñó todo. Es sumamente estricto, pero yo quería aprender.

Has sido una alumna muy aprovechada. Grabaste series, telenovelas y ahora estás en una temporada en el teatro. ¿Hay algo que quisieras cambiar de todo lo vivido?

Hay cosas y situaciones que no me hubiera gustado hacer ni pasar, pero ya está, no se pueden cambiar, es inútil. Vivo el presente y estoy contenta, lo demás no importa.

Perfil

Amparo Brambilla, actriz

Fue una de las vedettes más cotizadas del espectáculo nacional. Hoy convertida en actriz, protagoniza la obra “Y ahora... ¿qué hacemos con Jacinto?”, al lado de Lilian Nieto y Christian Palomino.

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