El origen de la leyenda
El origen de la leyenda

Muchas son las versiones cinematográficas y televisivas que se han hecho sobre Robin Hood, popular héroe de leyenda, virtuoso arquero y fiel súbdito inglés, proscrito por la autoridad real, refugiado en los bosques de Sherwood y dedicado a robar a los ricos para ayudar a los pobres. Sin embargo, sólo dos permanecen como paradigmas de su agitada historia: Las aventuras de Robin Hood (1938), de Michael Curtiz y William Keighley; y Robin y Marian (1976), de Richard Lester.

La cinta de los años 30, con el inolvidable Errol Flynn como el intrépido Robin, es una realización -en impresionante technicolor- de un dinamismo narrativo difícil de superar, con una puesta en escena que realza la conducta heroica del personaje en cada uno de sus enfrentamientos con el enemigo, sea el príncipe Juan (Claude Rains) o el siniestro Sir Guy de Gisbourne (Basil Rathbone). La película de Lester, en cambio, es una gran aventura de tono crepuscular en la que un fatigado y envejecido Robin (Sean Connery) regresa a Sherwood para recuperar a su amada Marian (Audrey Hepburn) y saldar cuentas con el sheriff de Nottingham (Robert Shaw).

El nuevo Robin Hood, bajo la dirección del británico Ridley Scott, ofrece una visión distinta. La intención del veterano cineasta y su guionista Brian Helgeland no es contar la típica y exaltada aventura épica, como tampoco darle un estilo crepuscular. Lo que interesa aquí son las fechas, datos y lugares, el contexto histórico de una época determinada (el siglo XII). Algo que el mismo Scott hizo ya en la desigual Cruzada (2005).

El Robin que encarna Russell Crowe con buena disposición es un magnífico arquero al servicio del rey Ricardo Corazón de León (Danny Huston) que, tras la muerte de éste durante las interminables luchas en Tierra Santa, decide regresar a Inglaterra y acaba en Nottingham para entregar la espada de un caballero difunto a su anciano padre. Situación que lo acercará a la viuda Lady Marion (ya no la Marian de toda la vida), personificada por la siempre estupenda Cate Blanchett. A su vez, el príncipe Juan se convierte en rey e inicia su tiranía en medio del descontento popular, la amenaza de una guerra civil y la inminente invasión de tropas francesas.

Scott apuesta en buena cuenta por el origen de la leyenda, por los diversos hechos que llevan a Robin a convertirse en un "fuera de la ley" y ocultarse en Sherwood con sus amigos y seguidores para socorrer a los más necesitados. Y lo hace con oficio, pero sin llegar a emocionar, con secuencias de acción bien planificadas y estéticamente relucientes, aunque sin lograr sacudirse de una cierta solemnidad que empaña por ratos el discurso dramático. Parece evocar en las escenas bélicas finales a El Cid (1961), espléndido filme épico de Anthony Mann, pero sin el encanto de otro tiempo.

Enrique Silva Orrego