Es increíble que en nuestro país, sobre todo en Lima, donde todavía la cultura por el teatro se encuentra en una etapa de crecimiento en cuanto a asistencia de público, puedan recibirse con tanta emoción y expectativa una historia musical basada en un clásico grupo musical de los 70.
¿Qué podría interesarle a un grupo de niñas de aproximadamente 10 años – como fui testigo en medio del público – a corear la canciones de una generación mucho más antigua a la de ellas? Quizá las melodías de Abba, en la que se basa este exitoso musical, han sido creadas para unir a todos los melómanos, sin distinguir edad.
Esta versión de Juan Carlos Fisher, que tiene entre su reparto a una gran selección de artistas, algunos que crecieron en el género musical, y otros que tuvieron que acoplarse a este, ha hecho rendirse al público de tal manera que no duda en armar una fiesta sobre las butacas para que la relación entre espectador y actor no se limite a tararear las canciones desde un asiento.
Ambientada en una calurosa isla griega, Mamma Mia es la historia de Sophie Sheridan (Gisela Ponce de León), una joven de 20 años a punto de casarse que anhela conocer a su padre para que en el día de su boda la lleve al altar. Al encontrar un diario perdido de su madre (Ebelin Ortiz), descubre que en su juventud había experimentado una vida apasionada, que la llevó a caer rendida a tres hombres (Paul Martin, Diego Bertie y Gustavo Mayer)en diferentes circunstancias. Después de que los tres caballeros la abandonaran, y por el año en que ocurrieron las cosas, Sophie llegó a la conclusión que uno de esos tres sujetos puede ser su padre, invitando a los posibles candidatos a la isla sin que su madre se entere.
Desde el principio, y gracias a una buena orquesta en vivo, la puesta es propicia para disfrutar. Y no solo por la gran selección de canciones del grupo sueco - que de seguro traen recuerdos a la memoria de muchos -, o las coreografías que no hacen despegar los ojos del escenario, sino también por la relación que ejecutan los personajes durante el transcurso de la historia. Wendy Ramos y Johanna San Miguel hacen el papel de las mejores amigas de Donna, y su clara complicidad real y las cómicas situaciones que tienen que vivir hacen desatar carcajadas en muchas de las secuencias.
No hay que dejar de lado que cantar en vivo, casi a diario y cuidando la voz del frío de afuera, es todo un reto dentro de un gran recinto. Gisela Ponce de León tiene un mérito por cautivar, con una buena entonación, difíciles letras que hicieron famosas a Frida Lyngstad y Agnetha Fältskog, las originales intérpretes de estos clásicos que, por cierto, han sido consideradas en muchas ocasiones como las mejores voces de su época.
Sin duda, ver este espectáculo es una suerte para el público local; para seguir alimentando su cultura teatral en un lugar donde las producciones siguen imparables a la orden del día.