Contra los lugares comunes acerca de que la poesía auténtica debe surgir del retorcimiento y la angustia vitales, existen libros que prosiguen, calmos, por rutas más contemplativas y menos saturadas de esos demonios apocalípticos. Los horizontes de tales poemarios están claramente establecidos: regodearse con el misterio de las palabras y su capacidad para representar el mundo en otros niveles de conciencia.
El libro Animal tan albo (Edición del autor, 2009), de Ana María Llona Málaga, bien puede inscribirse en esa tendencia. Lo sonoro del título es, por sí mismo, una indicación de su naturaleza. A lo largo de las páginas, es explícito el gusto de la autora por textos concisos, donde los vocablos convencionales se desarticulan en otras posibilidades de significado. Como dice el destacado poeta Carlos López Degregori en la contraportada, Llona Málaga logra que "?los poemas se sostengan en la sola enunciación, en las resonancias de los signos y el poder encantatorio del lenguaje".
CLD acierta con holgura: los versos de AMLL no implican ni despliegues ni alardes preciosistas. Su atractivo radica en el hecho de que el asombro se traduce con fluidez en discursos siempre transparentes, a pesar de los afanes lúdicos de la poeta. En consecuencia, no se limitan a un mero pasatiempo o juego hedonista con las expresiones y los sentidos, sino que revelan interrogantes acerca de lo arbitrario de lo verbal para manifestar la realidad.
Por otro lado, también es destacable cierta mirada mística en torno del erotismo. Más de un poema explora ese aspecto: el cuerpo como una cifra secreta o símbolo del enigma que es el cosmos para la humanidad. Lo visionario también se incorpora a la escritura de AMLL, en registro indagatorio, sin que ello suponga aguardar por una respuesta firme o contundente.
Quizá la única solución posible sea la propia poesía, una actividad que permanece, eterna, inmune a la racionalidad o a esa cultura cínica y exitista de la actualidad, tan opuesta a los viejos númenes.