Como agrónomo, David Baumann se dedicó durante muchos años a trabajar junto a los agricultores del valle de Cañete para unir sus conocimientos a la experiencia práctica que ellos tenían. En medio de ese afán, se dio cuenta de lo necesario que era combinar teoría y práctica. En vez de mandar a los chicos a la escuela, era necesario traer la escuela a la comunidad y hacer de ella una herramienta de cambio. De esta forma, en el 2002 nacieron los primeros Centros Rurales de Formación en Alternancia en nuestro país. Hoy, ProRuRal ya formó cuarenta.
¿A qué se refieren con educación en alternancia?
El chico está dos semanas trabajando con sus padres, investiga, levanta información y lleva toda la información al colegio para las dos próximas semanas que estará en el internado. Allí los docentes o monitores, como los llamamos, usan la información para desarrollar todas las áreas pedagógicas. Usan sus experiencias previas, de esa forma, hay una motivación y los chicos pueden aguantar hasta doce horas diarias de clase.
¿En qué más difiere con el sistema convencional?
La educación tiene que tener sentido. Si al chico solo le hablan de binomios, sumas y restas es un problema; pero si les dices esa “a” son tus vacas, esa “b” son las cabras, va a retener todo fácilmente. Nosotros usamos los libros que manda el Estado, pero lo más importante es la dinámica que se arma en los grupos de trabajo, alrededor de cada tema.
¿Qué beneficios reciben los jóvenes que están bajo este sistema?
Lo que hemos logrado es que la gente se enamore de su medio. Al salir, continúan estudiando porque saben que el mundo actual así lo exige. Además, saben cómo ganarse la vida porque tienen una capacidad de emprendimiento única. Desde el primer grado hacen proyectos productivos y en el último año hacen un plan de negocios completo. Muchos chicos pagan sus estudios técnicos o universitarios con lo que genera ese proyecto.
¿Cuál es el rol de los padres de familia?
Las asociaciones de padres son las que deciden quién enseña y quién no. Hay un proceso de selección que lo propone la UGEL, pero en el que ellos tienen la última palabra. Cuando un profesor es bueno, los padres lo defienden a capa y espada, no quieren que se vaya. Pero si el profesor o profesora no quiere “fajarse” y con la justa hace lo indispensable, le dicen que mejor regrese a su sitio.
¿Cuál es el rol del docente en este esquema?
Creo que hemos recuperado el concepto del profesor como un formador. No es un instructor, no queremos instructores. Lo que he aprendido de este sistema es que si el profesor no está dispuesto a querer a sus alumnos, mejor que se dedique a otra cosa. Más de la mitad de los problemas de aprendizaje se resuelven con cariño, escuchando y orientando a los muchachos.
¿Qué tan difícil fue sacar adelante el proyecto?
Fue muy difícil porque este modelo rompe esquemas en el tipo de docente que necesitamos, en la gestión, en el enfoque pedagógico que se usa, en los tiempos que se dedica a formar al muchacho, en los espacios de tipo familiar, socioproductivo y escolar.
¿Cómo se sienten tras ganar el premio WISE de la Fundación Qatar?
Mucha gente nos ha felicitado. El propio ministerio ha tomado atención al tema. Las cosas en el Perú se están logrando aunque aún nos falta mucho. A nivel mundial, somos un referente en educación en alternancia por haber planteado las cosas bien frente al Estado y frente a la población.
¿Adónde le gustaría llegar con este proyecto?
Nosotros queremos consolidar todo e institucionalizarlo. Por un lado, sabemos que si fuéramos diez veces más grandes (400 colegios) seguiría siendo algo pequeño. ¿Qué son 60,000 alumnos contra los ocho millones que tiene el país? Sin embargo, 60,000 alumnos en el medio rural es una maravilla. Bueno, yo sueño con miles aunque sé que no es fácil.
COBERTURA. Actualmente el proyecto atiende a 2823 adolescentes. Al término, un 78% se mantiene vinculado a su comunidad.