Una sirena hecha con bolsas atraviesa el centro cultural Juan Parra del Riego. La imagen es poderosa. La criatura avanza por los techos altos al lado de su hijo, intentando sortear una estela de burbujas plásticas. Debajo de ella un delfín construido con desechos hospitalarios cuelga de un portasueros, como un paciente condenado a su destino. Metros más allá unas fotografías muestran los minutos de lucha entre un grupo de tortugas y las mallas que se enredaron en sus cuerpos. Cada imagen en esta galería de Barranco se inspira en las profundidades del océano. Nada es imaginario. Todo es realidad: cada muerte, cada ataque, cada agonía.

Anualmente, el hombre arroja 28 millones de toneladas de plástico al mar y causa la muerte de más de un millón de especies marinas que quedan aprisionadas entre la basura o confunden los desechos con alimento. La bióloga Nadia Balducci, directora de la ONG Life Out of Plastic (L.O.O.P.), revela que existen cinco "islas plásticas" en el mundo, enormes masas de desperdicios atrapados por las corrientes marinas, que seguirán creciendo en los próximos 500 años. Una de estas islas, ubicada en el Pacífico, cerca de Canadá y Hawái, es casi del tamaño del Perú y posee seis veces más plástico que materia orgánica.

Resultaría imposible limpiar toda esa contaminación, lamenta la bióloga, pero lo que sí se puede hacer es poner un freno. ¿Cómo? Reduciendo el consumo de plástico en nuestras casas, reciclando y creando conciencia. Por ello L.O.O.P. acaba de inaugurar "Lo que el mar esconde", una muestra ecológica colectiva que reúne a una decena de artistas preocupados por esta situación. Con plásticos recogidos de las playas y otros reciclados, el grupo ha dado vida a una serie de obras que se exhiben en el centro cultural Juan Parra del Riego de Barranco hasta el 9 de noviembre. A continuación un recorrido por el mundo de tres de sus creadores.

UNIVERSO PLÁSTICO

Diego Carbajal no para de escarbar en la arena. Como cada mes, desde hace tres años, el artista se sumerge en los montículos de bolsas, piezas automotrices y jeringas que vara el mar. Donde todos ven desechos, él ve futuras obras de arte. Estamos en la playa Mamacona de Pachacamac, exactamente donde desemboca el río Lurín y su gran carga de desagües crudos, arrojados desde diversos distritos de Lima. No hay nadie alrededor. Solo Diego, nosotros y una bandada de aves que se resiste a abandonar este mar contaminado.

Con botellas, incontables DVD y plásticos fundidos que encontró en la playa, Diego creó Neocardumen, una instalación de 40 peces, crustáceos y medusas que flotan en la muestra. "La obra visibiliza el fenómenos de la bioacumulación", explica. En las profundidades del océano los plásticos se desintegran en pequeñas piezas –incluso indivisibles para el hombre–, pero no desaparecen. "Los animales las confunden con plancton y entonces toda la cadena del ecosistema marino se contamina. Cuando compramos un pescado es probable que contenga acumulación plástica y que nosotros también nos estemos alimentando de ella", señala el artista, esta vez camino a su casa, a pocas cuadras de la playa. En el recorrido no es difícil ver basura en las acequias que cruzan las calles. No estarán por mucho tiempo. Diego, como cada mes, volverá por ellas.

UN DELFÍN DE AGUA DULCE

Con bidones de agua creó un delfín de metro y medio. Con tapas de lapicero, máquinas de afeitar, cucharas, cintos de seguridad y algunos peines moldeó una gaviota de tamaño natural. Con unas botellas y unos cuantos hilos de pescar dio vida a un conjunto de corales. El mundo imaginario de Richard Miñano invade su taller, su sala, su casa entera. Por donde se mire en esta vivienda de Chorrillos aparecerán sus criaturas de plástico. Para esta exposición llevó la más impactante de sus creaciones: "La danza de los desechos", la escultura de un delfín sorteando una ola de botellas de plástico. La obra fue hecha en su totalidad con residuos que recolectó de la playa Agua Dulce.

Richard sabe que el océano genera más del 50% del oxígeno que respiramos, y que la acumulación de plástico limita su capacidad. Sabe que existen tortugas que mueren asfixiadas en las profundidades, al confundir las bolsas plásticas con malaguas. Y que en la isla de Midway Attol, encalada en medio del océano Pacífico, dos de cada cinco crías de aves marinas mueren de hambre por alimentarse exclusivamente de plásticos en lugar de plancton. Richard sueña con ser un activista de Greenpeace. Pero mientras lo logra, transforma todo los residuos que vara la playa en arte ecológico. Su trabajo cruza la frontera de lo estético. Es una fuente de conciencia.

MISTERIO EN LAS PROFUNDIDADES

La sirena que cruza de pared a pared la galería Juan Parra del Riego fue construida por "El pez en la luna", un grupo de artistas, psicólogos y educadores que ofrece talleres creativos para desarrollar la imaginación. Los desperdicios que flotan en el mar son apenas el 30% del total de residuos. El 70% restante se hunde para siempre en el lecho marino. El mar oculta el drama de miles de especies, pero también esconde misterios. Bajo esa premisa, Enrique Sierra -cofundador de El pez en la luna-, los niños del grupo, sus padres y sus maestros dieron vida a esta criatura fantástica con bolsas recolectadas de sus propias casas y cinta adhesiva.

"El hecho de que la sirena viaje con su hijo simboliza la esperanza, en este caso, de que la belleza del mar prevalezca en el futuro", comenta Sierra. Cada imagen en esta galería de Barranco se inspira en las profundidades del océano. Nada es imaginario. Todo es realidad: cada muerte, cada ataque, cada agonía. Está claro que si las 28 millones de toneladas de plástico que produce el hombre continúan cayendo cada año al océano, difícilmente podremos seguir admirando la belleza del mar. Por algo se empieza. Fotos Elías Alfageme

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