El cariño de una madre cambia el ADN de su hijo
El cariño de una madre cambia el ADN de su hijo

Diversos profesionales de la salud enfatizan en la importancia de las experiencias de los primeros años en el desarrollo cognitivo y emocional del niño. 

Un nuevo estudio publicado en la revista "Science"  investigadores del Instituto Salk de California, Estados Unidos comprobaron en un experimento con ratones que las atenciones que una madre procure a su hijo pueden cambiar incluso su ADN.

"Nos enseñan que nuestro ADN es algo estable e inmutable, lo que nos hace ser lo que somos, pero en realidad es mucho más dinámico", afirmó Rusty Gage, profesor del Laboratorio de Genética de Salk. 

"Resulta que hay genes en nuestras células que son capaces de copiarse y moverse, lo que significa que, de alguna manera, nuestro ADN sí cambia", subrayó.

Al menos en una década, los científicos saben que la mayoría de las células en el cerebro de los mamíferos experimentan cambios en su ADN que hacen que cada neurona, por ejemplo, sea ligeramente diferente de su vecina. 

Algunos de estos cambios son causados por genes saltarines o transposones (LINE, por sus siglas en inglés), que se mueven de un punto del genoma a otro. 

En 2005, el laboratorio de Gage descubrió que un gen saltarín llamado L1, que ya se sabía que se copiaba y se pegaba en nuevos lugares en el genoma, podía saltar en el desarrollo de las células neuronales.

Este peculiar gen genera tales cambios y crean una diversidad que podía ser útil entre las neuronas, un especie de ajuste fino, pero también podría contribuir a determinadas afecciones neuropsiquiátricas.

Los investigadores comenzaron observando las variaciones naturales en el cuidado materno entre los ratones y sus crías. Después, observaron el ADN del hipocampo de la descendencia, una región del cerebro que está involucrada en la emoción y la memoria.

El equipo descubrió una correlación entre el cuidado materno y el número de copias L1: los ratones con madres amorosas tenían menos copias del gen L1 saltarín y los que tenían madres negligentes tenían más copias y, por lo tanto, más diversidad genética en sus cerebros.

Entonces cambiaron a la descendencia, de modo que los ratones nacidos de madres negligentes fueron criados por madres atentas, y viceversa. Los resultados iniciales de la correlación entre los números de genes L1 y el estilo de maternidad se mantuvieron: los ratones nacidos de madres negligentes pero criados por madres atentas tenían menos copias de L1 que los ratones nacidos de madres atentas pero criados por negligentes. El modelo de crianza es clave.

Con respecto al ser humano, el trabajo respalda los estudios sobre cómo los entornos de la niñez afectan el desarrollo del cerebro yproporcionaría información sobre los trastornos neuropsiquiátricos como la depresión y la esquizofrenia.

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