Vivir con la familia es fundamental para el desarrollo emocional y social de un niño, pero lamentablemente no todos tienen la dicha de crecer en un hogar junto a papá o mamá que los ayude en sus tareas y les dé un beso antes de ir a dormir. Quienes carecen de este tipo de afecto crecen en el desamparo, expuestos a los peligros que significa vivir solos y sin los recursos necesarios para forjarse un buen futuro.
Frente a esta triste realidad, existen seres especiales que brindan su ayuda desinteresada a quien más lo necesita, uno de ellos fue el Hermano Franciscano Capuchino Francisco Minasso de la Riva Ligure, más conocido como Padre Iluminato, quien en el año 1955 decide dar un hogar a los niños que recogía de la calle, en su mayoría huérfanos en estado de abandono.
Así nace "Ciudad de los Niños de la Inmaculada", una asociación civil sin fines de lucro que desde hace 55 años tiene como principal objetivo proteger a los niños desamparados para brindarles un hogar donde vivir, educación y la oportunidad de aprender un oficio. El Hermano Hugo Mejía, presidente de la asociación, cuenta que tras la muerte del Padre Iluminato la obra pasa por diferentes administraciones hasta el año 1992 cuando los Hermanos Franciscanos Capuchinos retoman la dirección.
Vivir con dignidad. La "ciudad" alberga aproximadamente a 300 niños (sólo varones) entre 3 y 18 años de edad (toda la etapa escolar) y están divididos en nueve grupos o familias. "Cada grupo tiene tutores y tutoras que se encargan de atender las necesidades de los chicos, viven con ellos permanentemente", explica el Hermano Hugo mientras recorremos las 20 hectáreas que conforman la ciudad.
Aparte de la formación humana, espiritual y académica que reciben en el colegio y con sus tutores, están los talleres de formación técnica que sirven como herramientas de trabajo para cuando los chicos dejen el hogar; estos son sastrería, carpintería, peluquería, zapatería, granjas de cerdos y pollos, mecánica de producción, mecánica automotriz y panadería.
Héctor Berrocal tiene 18 años y desde los 14 vive en Ciudad de los Niños, él ya terminó el colegio y ahora estudia ebanistería. "Mi familia es de Junín y soy el único que vive aquí. Esta casa nos da la oportunidad para salir adelante y yo decidí quedarme. La casa me da los estudios y yo a su vez enseño todo lo que estoy aprendiendo en el instituto", comenta.
El Hermano Hugo dice que quienes trabajan en Ciudad de los Niños son conscientes de que su misión es sembrar y que en la mayoría de los casos no verán los frutos directamente. "Hay mucho que nosotros no vamos a ver como cosecha, pero hay que preparar bien la semilla y poco a poco se verán los frutos, tal vez en los ex alumnos que vuelven o en los mismos chicos de acá que progresan y superan sus dificultades", explica el hermano, mientras terminamos de recorrer la ciudad y confirmamos que con fe y esperanza todo se puede lograr. Dios siempre provee.
NO TE PIERDAS