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Argumento: Un equipo de especialistas irrumpe en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre de España para cometer el mayor robo de la historia.

Como ocurre cada mes desde la irrupción de una serie de moda invade las redes sociales y se convierte en tema recurrente durante las charlas entre amigos. En abril el turno fue de La casa de papel (Atresmedia - Vancouver Producciones, 2017), historia culpable de que hayamos visto por todas partes a un grupo de personas uniformadas de rojo y con inquietantes máscaras del barcelonés Salvador Dalí sin la remota idea de que se traen entre manos. 

Podemos resumir los trece capítulos de esta producción española de la siguiente manera: "todo bajo control, nuestros fracasos y hasta los fracasos ajenos". Y si tuviéramos que resumirla a un personaje el elegido sería el Profesor, sin más. Porque no hay dudas de que existen personajes más carismáticos y cautivantes en la serie pero él es la mente maestra detrás del ambicioso plan en torno al cual giran los demás.

El Profesor es uno de los personajes más astutos que se recuerde en las producciones de los últimos años, comparable quizás con Thomas Shelby o Petyr Baelish aunque en otra medida. Inteligente, irónico, autodidacta, estricto y, aunque no lo parezca, muy humano, el Profesor es el director de orquesta en una serie que tiene momentos explosivos (literalmente) y también secciones parsimoniosas. Si los personajes bailan rock pesado o una balada de los 70's es por su voluntad.

MAPAMUNDI

Pero aunque el plan le pertenezca, La casa de papel se vive con voz de mujer: Tokio, joven muchacha de frágil apariencia pero potente interior que podría definirse como la piedra en el zapato del Profesor, su contraparte y quizás también su complemento. Aunque en la teoría es solo una pieza más del tablero, el personaje interpretado por Úrsula Corberó es el contrapunto perfecto para una historia tan planificada. Es el toque justo de amargura en la trama, el constante recordatorio de que existe algo llamado ley de Murphy: "Si algo puede pasar, pasará".

Además de Tokio, en el tablero del Profesor hay más "ciudades", cada uno de ellos con identidad oculta y bautizado por el líder del plan con el nombre de un lugar para dejar en claro que más que personas son piezas de una máquina diseñada para alcanzar el propósito del Profesor: Moscú, Berlín, Nairobi, Río, Denver, Helsinki y Oslo.

No sabemos si el nombre de las ciudades asignadas está relacionado a la personalidad de cada uno de los integrantes del equipo, pero sin adelantar nada de la historia podemos vincular a Moscú con la nostalgia, a Nairobi con lo exótico, a Berlín con la frialdad, a Río con la esperanza, a Denver con el esfuerzo y a Helsinki y Oslo con la confianza.

Sin lugar a duda, es una serie que merece una oportunidad en tu lista de pendientes. La segunda parte ya está disponible en Netflix y completa el trayecto que inició el Profesor hace muchos años, cuando comenzó a planificar el atraco más grande de la historia. 

Advertencia: si la ves no dejarás de cantar Bella Ciao durante algunos días.