La sentida despedida de un periodista a Roberto Gómez Bolaños, 'Chespirito'
La sentida despedida de un periodista a Roberto Gómez Bolaños, 'Chespirito'

En julio del 2008, el periodista de Correo Gastón Gaviola, tuvo la oportunidad de entrevistar a Roberto Gómez Bolaños, Chespirito. Compartimos con nuestros lectores sus recuerdos de ese momento y sus reflexiones sobre la muerte del genial actor mexicano.

Dicen que la pena se quita escribiendo. Justo hoy. Estaba tan feliz de haber visto el trailer de Star Wars VII, y pensaba en lo emocionante que sería verlo con mi hijito. Y por asociación, pensaba en los días cuando era niño (un poco mayor que Puntito) y veía el Chavo; y seguía pensando en qué bárbaro, cómo las cosas no cambian, cómo sigue dando risa, y que ahora me sigo riendo con mi hijo cuando nos cruzamos con la vecindad eterna en la tele.

Y resulta que va y se muere, fíjate, fíjate, fíjate. Y cuando el Chavo se fue de la vecindad, cómo lloraba, haciéndole coro a la Chilindrina, “no te vayas, Chavo”. Y ahora uno está así, viejo, y con canas en la barba, sorbiéndose los mocos y haciendo un esfuerzo por no volver a llorar, porque resulta que estamos en la redacción llena de gente, y no en mi cuarto con la alfombra naranja tomando leche con Milo, y qué vergüenza, Chavito.

Y te recuerdo como en esta foto. Julio de 2008. Te entrevistaba en vivo para Canal N, qué lujo. Entre nosotros los reporteros, siempre sacamos pecho por las grandes entrevistas, los grandes personajes, las grandes coberturas. Yo entrevisté a la princesa tal; yo entreviste al presidente cual, o al rockstar tantos en su jet privado. Yo siempre respondía y voy a seguir respondiendo que el momento más feliz de mi carrera hasta hoy ha sido este de la foto, el día que te entrevisté a ti.

Y se acuerda don Roberto cómo nos reíamos antes de salir al aire. Tuvo el gesto de llamarme todo el tiempo por mi nombre como si fuéramos amigos de toda la vida. Me decía “Fíjate Gastón, yo que he hecho esto, he hecho lo otro, he ganado así y asá. Y sabes cuántos homenajes, cuántos reconocimientos me ha hecho el gobierno -aquí hacía una pausa teatral, miraba al techo y contaba con los dedos- Pues ni uno, fíjate”. Ya nos empezábamos a reír en nuestras sillas en el saloncito del hotel.

Y allí estaba doña Florinda (Meza), que había jalado una tercera silla para sentarse junto a nosotros en la entrevista, y en un descuido hice que la retiraran y cuando salimos en vivo lo tenía solito, todo Chespirito para mí solo; y mientras se llevaban la silla, usted no dijo nada, me hacía un guiño cómplice, como si yo también fuera su amigo de la vecindad y nos acabáramos de chorear la última torta de jamón.

Y la felicidad inmensa que tuve cuando lo hice reír. Yo. Yo lo hice reír, no puedo creerlo. Le conté que cuando andábamos arrancados, misios, sin un sol, solíamos decir “Estoy más pobre que el Chavo en Acapulco”. Y a lo mejor le pareció una pelotudez, pero igual se rió, con la boca abierta, y me dio una palmada en la rodilla mientras soltaba la risa. Y justo en eso momento nos dan la cuenta para salir al aire y nos teníamos que aguantar como quiquitos malcriados. Fue sin querer queriendo, qué quieres que te diga, Chavo.

Y justo te tenías que morir hoy, Chavo, una fecha que ya trae suficiente pena personal. Y resulta que al final es mejor, porque siempre el 28 de noviembre va a ser el día que se me murió el Chavo. Cuando bromeaba siempre con los amigos, sobre la negativa a crecer y tener que pelear con hipotecas y matrículas de colegio, insistiendo todos sobre cuándo dejaríamos finalmente de ser niños, la discusión siempre se acababa con lo mismo: “Ya no vamos a ser niños el día que se muera el Chavo del 8”. Y zas, zas, y que vas y que te nos mueres.

Hoy, finalmente que nos vamos todos. Que dejamos la casa. Hoy dejamos todos la vecindad.