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A Silvia Reyes no le interesó el deporte rey de pequeña; sin embargo, ahora vive con pasión cada encuentro en el que está presente gracias al arbitraje, una de las profesiones poco seguidas por las mujeres. Con 16 años de experiencia, tanto en torneos nacionales como internacionales, sabe que aún le quedan muchos años en la cancha, aunque ello no sea impedimento para disfrutar cada momento como si fuera el primero.

¿Por qué optaste por el arbitraje?

Es una historia peculiar, es algo que no es común en nuestro país, ni en muchos lugares de Sudamérica o del mundo. Mi afición por el arbitraje viene de familia. Mi mamá es una de las primeras árbitros en el Perú, ella me incentivó a ingresar a esta profesión.

No hay muchas árbitros en el país, ¿qué tan complejo es dirigir a los varones?

En un inicio, cuando empecé a ser réferi en el fútbol profesional en 2005, me costó muchísimo porque los jugadores no estaban acostumbrados a que una mujer los dirija; pero lentamente fui ganando terreno. Ahora, ellos ya conocen el trabajo, mi trayectoria si de hablar a título personal se trata. Hay mayor aceptación.

Pero no fue fácil llegar a eso. Recordando un poco, tuviste un incidente con Mario Leguizamón en 2008.

Sí, tuve un percance con el jugador uruguayo. Yo no había escuchado cuando me mentó la madre, y fue el cuarto árbitro quien me llamó y me lo dijo; por eso, le mostré la tarjeta roja. El incidente se agrandó cuando empezó a hablar a la prensa y mencionó asuntos íntimos que no tenían nada que ver con el tema. En ese momento, lo que sí destaqué fue el respaldo de congresistas, del entonces presidente Alan García, entre otras personas públicas.

¿Has tenido algún problema similar con las mujeres?

No. Con las chicas todo se ha dado bien, aunque la barrera sea el idioma o intercambiemos pocas palabras en la cancha. Son muy respetuosas con las decisiones que imponemos nosotras, las árbitros.

Con estos 16 años de experiencia, ¿qué es lo más complejo de tu profesión?

En realidad, yo creo que el dividir mi vida en varias aspectos. La Videna (Villa Deportiva Nacional) es mi segunda casa, prácticamente estoy de martes a viernes y los fines de semana en los partidos. De eso se trata mi labor: dividir mi tiempo entre la familia, el arbitraje, los estudios y el trabajo. Y cuando viajas te separas de tus seres queridos, de tu país, de tu comida y tus costumbres.

¿Admiras a un réferi en particular?

No. Actualmente trato de sacar un poco de cada árbitro e imitar sus gestos, la manera cómo dirige, cómo tiene la llegada al jugador.

Ahora que lo mencionas, ¿cuáles crees que son las características que debería tener una mujer para ejercer el arbitraje?

Primero, tener una personalidad definida, saber cómo reaccionar en diferentes situaciones difíciles y ser un poco sicóloga para entender a los demás ante la actitud de 22 jugadores. Algunos pueden o no estar de mal humor, y hay que analizar: entender, comprender y saber qué decir en el momento adecuado.

También tienes a los entrenadores y a toda la hinchada...

Es verdad, pero yo más me preocupo por los jugadores, para sancionar correctamente lo que se tiene que sancionar y que no haya presión del área técnica o del público. Hago el mejor trabajo posible.

Recientemente estuviste en Portugal en una convocatoria para el mundial que se está disputando en Canadá. ¿Cómo fue tu experiencia en ese país?

La verdad es que la preparación ha sido muy rígida, más exigente que torneos anteriores a los que he podido asistir. Me imagino que esto se ha dado porque el fútbol femenino se ha vuelto más exigente, se está avanzando a pasos largos.