En los primeros cinco meses del año pasado, Kenia reportó casi 152 mil casos de jóvenes menores de 19 años embarazadas, de acuerdo con una encuesta realizada por el Sistema de Información de Salud Nacional. Las condiciones de confinamiento, el cierre de los colegios y la falta de acceso a anticonceptivos son algunos de los factores que propician esta situación.
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“Una adolescente con escasa o ninguna educación tiene menos aptitudes y oportunidades para encontrar un trabajo. Esto puede también tener un costo económico para el país, puesto que se pierden los ingresos anuales que una mujer joven hubiera ganado a lo largo de su vida de no haber tenido un embarazo precoz”, advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Esta situación, no obstante, busca ser revertida. Kelvin Ndegwa y su esposa, Elizabeth Muriuki, quien hace más de una década también fue madre adolescente, han creado el internado Serene Haven (refugio sereno), un centro que incluye servicio de guardería, apoyo psicológico y revisiones médicas semanales.
Ya antes de la irrupción del coronavirus había 948 embarazos adolescentes diarios en Kenia y, cada año, unas 13 mil jóvenes abandonaban sus estudios debido al estigma, la incompatibilidad horaria o la falta de recursos, según datos del Gobierno.
“Cuando estás embarazada los compañeros te marginan. Igual tenías un grupo de cinco amigas y te encuentras caminando sola, sin nadie con quien hablar o que pueda comprenderte. Puedes hasta terminar con depresión”, confiesa Stacie, de 17 años y embarazada de cinco meses, a la agencia EFE, sobre el fuerte estigma social que hace que muchas no quieran pisar un instituto.
Por el contrario, en Serene Haven sienten que se encuentran entre iguales, que nadie está allí para juzgarlas o recordarles lo que hicieron o dejaron de hacer mal y que, con esfuerzo, podrán terminar sus estudios año por año al tiempo que ven crecer a sus hijos.
El hecho de que los embarazos no deseados aumenten cuando se cierran los colegios no es algo nuevo. Ya sucedió durante la epidemia de ébola que sacudió África occidental en 2014, donde solo en Sierra Leona se estima que se duplicó su número en los ocho meses que no hubo enseñanza.
Adversidades
En el caso de la COVID-19, y según una encuesta realizada por la organización keniana White Ribbon Alliance de abril a mayo de 2020, se ha producido un marcado incremento de las relaciones sexuales consentidas, siendo “la ociosidad y el aburrimiento” los principales motivos señalados por las jóvenes.
“No creo que esto me hubiese pasado si hubiera tenido colegio”, reconoce Stacie, quien asegura que antes de la pandemia ni siquiera tenía tiempo para interactuar con los chicos de su zona. En septiembre tuvo una falta, se hizo un test de embarazo que dio positivo y, poco después, pidió cita para practicar un aborto clandestino, pero nunca llegó a presentarse a causa del miedo.
Sin embargo, para Susan Nyawira, trabajadora social de este centro, existe una delgada línea entre las supuestas relaciones tácitas y aquellas nacidas de la necesidad. “Durante la COVID-19 incluso tener comida ha sido un problema, así que muchos de estos embarazos son fruto de la pobreza: el novio te da dinero para comprar compresas, mandazis (dulce keniano típico), etcétera. Pero espera que tú también te des a cambio”, explica.
De acuerdo con la OMS, desde 1990 se ha registrado un descenso considerable, aunque irregular, en las tasas de natalidad entre las adolescentes. Un 11% aproximadamente de todos los nacimientos en el mundo se producen todavía entre muchachas de 15 a 19 años. El 95% de esos nacimientos en países de ingresos bajos y medianos, sobre todo en el África subshariana.