La variante de Brasil, llamada P.1, podría ser un ejemplo de lo que el crecimiento de la pandemia en Latinoamérica podría ser en un futuro, e incluso no se descarta que podrían crearse más variante del virus en algún país de la región si no se implementa una “vigilancia genómica”. Esta vigilancia es un sistema de procesamiento, secuenciamiento y análisis de genomas de SARS-CoV-2 para generar información en tiempo real acerca de su llegada, mutación y como se está trasmitiendo.
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“América Latina necesita una vigilancia genómica fuerte. En la mayoría de los países aún es mínima. No sabemos qué está pasando con las variantes de SARS-CoV-2 en la región”, escribió en Twitter a principios de marzo la epidemióloga Zulma Cucunubá, especialista en enfermedades infeccionas y salud pública del Imperial College de Londres, en Reino Unido.
La mutación del virus sucede cada vez que se contagia de una persona distinta a otra, cosa característica de todos los virus existentes. El código genético del virus se expresa en una secuencia de 30 mil letras, cuando una de ellas cambia, significa que el virus mutó.
Esto es algo normal, que ocurre frecuentemente con todos los virus, sin embargo, cuando un grupo de virus han mutado de igual manera y tienen el mismo código genético, se le conoce como una variante, alguna de ellas se les nombra como “variante de preocupación”.
Las variantes de preocupación son aquellas que tienen potencial de ser mucho más contagiosas que otras, reducir los efectos de las vacunas o provocar una enfermedad más grave. Actualmente se conocen tres: La P.1 (Brasil), la B.1.1.7 (Reino Unido) y la B.1.351 (Sudáfrica).
“El virus no es una unidad estática sino que está cambiando. Si se le da la oportunidad, va a cambiar de formas que le permitan infectar a más personas o en algunos casos causar una enfermedad más grave”, declaró Julián Villabona, epidemiólogo molecular en el Centro de modelaje matemático de enfermedades infecciosas de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, a la agencia BBC.
Los científicos del mundo, gracias a la base de datos que se llama GISAID (siglas de Global Initiative on Sharing All Influenza Data, Iniciativa Global para Compartir todos los Datos de la Influenza, en español), comparten los genomas que varían a nivel internacional.
“La genómica es la única tecnología que nos permite identificar las nuevas variantes que nos preocupan. Si no entendemos qué variantes tenemos y cómo se están transmitiendo, tenemos el riesgo de que en algún punto las vacunas no sean eficaces”, indicó Catalina López Correa, médica especialista en genética y directora ejecutiva de la Red Canadiense de Genómica de COVID-19.
López Correa indicó que para el 22 de marzo América Latina y el Caribe, registraron menos de 14 mil alteraciones según la Red Regional de Vigilancia Genómica de COVID-19, que cuenta con el respaldo de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Al 31 de marzo, GISAID registraba más de 940.000 secuencias del SARS-CoV-2 a nivel global.
México y Brasil son los países con más alteraciones en América Latina, Perú, Colombia y Ecuador va aumentando de a poco. Sin embargo, la experta dice que esta vigilancia de la mutaciones no se está siguiendo correctamente.
El 23 de marzo, la OPS afirmó que se está apoyando a América Latina para fortalecer esta vigilancia, además de indicar que el continente tiene personas capacitadas para desarrollar esta labor.