Todo lo que se oye es el sonido del mar y las notas de una melodía africana. A lo lejos, la brisa del viento golpeando las palmeras enterradas en la arena blanca. Nada más. Barú es una isla casi virgen a solo 30 kilómetros de la ciudad colombiana de Cartagena de Indias.
Hasta hace unos años, los nativos del lugar no salían de este paraíso en donde los peces de colores y las crías de mantarraya nadan sin temor al lado del hombre. Hasta unos años, los pobladores solo se dedicaban a la pesca, la agricultura y el descanso diario bajo la sombra de los árboles. Hoy, en cambio, el potencial turístico de la zona ha crecido tanto que la mayoría tiene los ojos puestos en ofrecer servicios a los visitantes.
EDÉN TROPICAL
Para llegar a la isla es necesario aterrizar en Cartagena de Indias y dejarse deslumbrar por sus murallas del siglo XVIII y sus playas al borde del camino.
Desde aquí puede llegar por tierra en un viaje turístico de hora y media, o por mar, en una ruta relajante de tan solo 40 minutos. La península de Barú forma parte de las Islas del Rosario, un precioso archipiélago de 27 islas coralinas.
Así que una vez internado en este destino, todo lo que verá será mar, arena, manglares y las diversas tonalidades verdes de los bosques tropicales. A usted solo le quedará relajarse, olvidar el estrés y aguardar lo que la naturaleza le tenga preparado.
Los operadores turísticos ofrecen, sobre todo, deportes sin motor para preservar el ecosistema. Podrá practicar kayak, 'windsurfing', 'sunfish', buceo submarino, bicicleta de agua, o simplemente disfrutar de la vista a bordo de un catamarán.
En Barú solo existen tres hoteles: Barú Sports, Hotel Aguas y el Hotel Royal Decameron, enclavado en medio de cultivos de naranja, manglares y bahías.
El 90% de trabajadores de este último recinto son nativos de los pueblos indígenas de Santa Ana, Ararca y Barú. Ellos le brindarán masajes en la orilla de la playa, espectáculos nocturnos de baile, así como cocteles refrescantes y una gastronomía variada de Europa, Asia y Latinoamérica a toda hora.
ESPERA AL CIELO. Las 82 familias de la Asociación de Artesanos Playa Puntilla, una bahía exclusiva en los dominios del Royal Decameron, le ofrecerán además el arte que crean en este paraíso. Con los corales, caparazones de caracol y el nácar que vara el mar, así como con las perlas naturales de las conchas de río elaboran collares, pulseras y aretes bajo las mismas técnicas de sus ancestros.
"Antes, Barú era solo una ruta de paso para los turistas que llegaban a Panamá o Cartagena. Pero el encanto de la isla ha hecho que en los tres años que llevamos aquí tengamos un lleno frecuente. Hasta aquí llega mucha gente de Colombia, Argentina, Chile, Brasil, Canadá, y en los últimos años, por la apertura económica del país, muchos turistas del Perú", asegura Camilo Acevedo, jefe de Servicio al Huésped del Royal Decameron Barú.
La mayoría de sus clientes hacen reservas con seis meses a un año de anticipación. Una espera que nada molesta si se trata de pasar unos días en este paraíso enclavado en la tierra.
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