En varios países, las farmacéuticas han realizado los pertinentes ensayos clínicos, siguiendo las pautas de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Así mismo, han comprobado la efectividad de la vacuna bajo una de las directrices: la prevención de cuadros de COVID-19 con síntomas.
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Por otro lado, en países como Israel, en donde la inoculación está más avanzada, sugieren resultados mejores que los esperados, como una caída dramática en los casos, hospitalizaciones y muertes por coronavirus.
Criterios para la vacuna
En abril del 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un documento que evidencio las directrices para aprobar una vacuna contra el nuevo coronavirus.
Son muchos criterios técnicos y especificaciones, pero la regla que destacó y permitió a laos laboratorios realizar ensayos clínicos fue que: la vacuna contra la covid-19 debía tener una tasa mínima de efectividad del 50% frente a una de estas tres circunstancias: la infección en sí, la enfermedad sintomática o las formas graves de la enfermedad.
Por otro lado, los requisitos no son novedad. Existen otras vacunas contra enfermedades infecciosas que detienen la infección en sí, como es la vacuna del sarampión y otras para evitar que el virus invada el cuerpo de un individuo y comience a replicarse en su interior.
La vacuna de la COVID-19
Para buscar una solución rápida y efectiva, no era posible esperar años para el desarrollo de una vacuna. Por ello, los centros de investigación de las farmacéuticas diseñaron las pruebas clínicas de sus candidatas a vacunas para ver si serían efectivas contra la enfermedad con síntomas, el segundo resultado establecido por la OMS.
Asimismo, en la actual coyuntura no sería factible medir la efectividad de las vacunas, siendo este el primer resultado dispuesto por la organización, por dos razones principales.
Primero, porque una parte considerable de los infectados por el coronavirus no presenta ningún síntoma. Y, en segundo lugar, tal estrategia requeriría un aparato y una inversión financiera absolutamente gigantescos.
“Cada estudio involucró a decenas de miles de voluntarios y, para saber si cada uno de estos participantes no contrajo el virus, sería necesario realizar pruebas diagnósticas a todos ellos durante varias semanas seguidas. ¿Te imaginas el costo de eso?”, pregunta la microbióloga Natalia Pasternak, presidenta del Instituto Questão de Ciencia, de Brasil.
Efectividad y seguridad
Para demostrar su seguridad y eficacia, cada nueva vacuna se somete a un verdadero proceso científico, que implica una serie de pasos.
“Todo comienza con experimentos en cultivos de células animales, donde vemos si las moléculas tienen potencial para funcionar en humanos”, explica el doctor Jorge Kalil, profesor de inmunología clínica de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo, a la BBC Mundo.
Asimismo, si los resultados son buenos, el producto se prueba en humanos, en tres fases.
“Comenzamos con un número limitado de voluntarios en la fase uno y, a medida que avanza el conocimiento, evolucionamos a decenas de miles de participantes en la fase tres”, resume Kalil, quien también es director del Laboratorio de Inmunología del Instituto del Corazón (InCor), en Sao Paulo.
Actualmente, las vacunas contra el coronavirus han atravesado, y siguen atravesando, este proceso. Ya que, la tasa de eficacia sobre la covid-19 sintomática se establece precisamente en esta etapa de tres ensayos clínicos.
El ejemplo de Israel
Israel, tiene aproximadamente, 8.8 millones de habitantes y fue el primer país del mundo en iniciar y expandir rápidamente una campaña de vacunación contra el COVID-19. “El país se ha convertido en un caso de estudio perfecto, ya que está utilizando la misma vacuna [de Pfizer/BioNTech] en toda la población y aplicando las dosis a un ritmo muy rápido”, señala Pasternak.
Los datos publicados la semana pasada por el Ministerio de Salud de Israel y las farmacéuticas responsables de la vacuna revelan resultados que superan las expectativas, como la caída dramática de casos, hospitalizaciones y muertes por COVID-19.
“Los últimos análisis revelan que los individuos no vacunados tienen 44 veces más riesgo de desarrollar una infección sintomática y 28 veces más probabilidades de morir por la enfermedad”, dijeron las entidades, en un comunicado difundido a la prensa.
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