En una oscura habitación del Hospital Psiquiátrico de Caracas, Venezuela, dos ancianas anónimas descansan sobre catres articulados apenas cubiertos con unos desgastados colchones y unas sábanas enredadas que se confunden con los cuerpos de las enfermas.
Los trastornos mentales de estos pacientes y la escasez de asistencia médica pública que les ayude a mejorar son dos trabas en ese país. Esta institución hospitalaria fundada hace 126 años no atraviesa su mejor momento, pues está funcionando en pésimas condiciones
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“Por más que tú tengas ganas de hacer las cosas bien, no puedes hacerlo”, añadió la enfermera, mientras que las cucarachas y otros insectos trepan por las paredes, se suben a las camas de los pacientes y pasean por los espacios destinados para el descanso de los enfermeros.
En el lugar atienden cinco estudiantes de postgrado se van a casa luego de las seis de la tarde, sin dejar un médico de guardia en el nosocomio. Y tampoco cuenta con los fármacos necesarios para tratar la depresión, esquizofrenia y otros males que afectan a los 36 enfermos hospitalizados.
“(Los medicamentos) sí llegan, pero no en la cantidad necesaria para poder administrar a todos”, aclara la enfermera, que muestra ampollas de ansiolíticos y sedantes caducados en 2016, pero que son aplicados en momentos de necesidad.
Sin personal de mantenimiento, basura, excrementos e insectos muertos están en habitaciones, baños y patios del enorme hospital, cuya mayor extensión permanece sin servicio eléctrico desde hace 20 meses.
La enfermera y sus compañeros siguen al frente de sus puestos en el centro psiquiátrico, trabajando con lo mínimo en salario.
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“Si soy sincera ni sé cuánto gana uno aquí, porque yo no vivo de eso”, dice Hernández, quien señala que su sueldo, va por los 6 dólares mensuales, que apenas alcanza para dos o tres kilos de harina. Ella busca mostrar una realidad que pocos ojos llegan a ver.
La debacle del hospital, un secreto a voces hace apenas un mes, es ahora parte del debate en Venezuela, un país sacudido por la mayor crisis política y económica de su historia moderna, y donde millones de trabajadores perciben ingresos que ni siquiera cubren la canasta alimentaria.
“Si mi pecado fue sacar esto a la luz pública, bueno, tendré que pagar las consecuencias. No sé cuáles serán (...), no puedo hacer la vista gorda y ser uno más que se queda callado. No, mientras este aquí no lo voy a hacer”, agrega conmovida.
En Venezuela, los servicios hospitalarios atraviesan su propia crisis, en medio de la escasez de medicinas y los bajos salarios de los médicos y enfermeros dependientes del Estado, que dirige desde 2013 el chavista Nicolás Maduro.
A diario se registran decenas de protestas para reclamar el fin de la crisis y la mejora en la prestación de los servicios públicos, de lejos los más baratos de la región.
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En medio de la crisis, la oposición y los gremios de trabajadores sanitarios han pedido la apertura de un canal humanitario para el ingreso de fármacos.
En los últimos meses han llegado a Venezuela cargamentos de fármacos y materiales médicos gestionados por la Cruz Roja y países aliados del régimen, como Rusia y China.
Pero Hernández asevera que, al menos en el caso de este hospital, no se han recibido donaciones.
“Yo sí quería que Bachelet viniera”, dijo la enfermera, en relación a la última visita que hizo al país la alta comisionada de Naciones Unidas para los derechos humanos, la expresidenta de Chile, y que culminó con un informe que pone el foco sobre la violación a los derechos fundamentales en Venezuela.