De izquierda a derecha, el ministro de Relaciones Exteriores de Bahréin, Abdullatif al-Zayani; el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu; el presidente de Estados Unidos, Donald Trump; y el ministro de Relaciones Exteriores de los EAU, Abdullah bin Zayed Al-Nahyan, firman los Acuerdos de Abraham. (Foto: AFP).
De izquierda a derecha, el ministro de Relaciones Exteriores de Bahréin, Abdullatif al-Zayani; el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu; el presidente de Estados Unidos, Donald Trump; y el ministro de Relaciones Exteriores de los EAU, Abdullah bin Zayed Al-Nahyan, firman los Acuerdos de Abraham. (Foto: AFP).

La normalización de relaciones de con (EAU) y Baréin, mediante la firma —el último martes— de los denominados Acuerdos de Abraham, pone de manifiesto que la unidad del mundo musulmán en torno a la causa palestina está desgastada. Un nuevo panorama empieza a tomar forma en la región, alentado por la rivalidad entre Arabia Saudí e Irán.

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Los acercamientos entre los países de Oriente Próximo e Israel han estado históricamente condicionados a que los judíos retrocedan a los límites previos a 1967, año de la Guerra de los Seis Días, en la cual ocuparon áreas palestinas en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Sin embargo, el primer ministro hebreo, Benjamín Netanyahu, solo ha prometido “postergar” pero no renunciar a la anexión de territorios. Por ello, el premier palestino, Mohammed Shtayyed, calificó como una “puñalada por la espalda” la acción de Baréin y EAU.

Hasta ahora, en el papel, Israel solo mantenía relaciones con Egipto y Jordania, sus rivales en la Guerra de los Seis Días, con los cuales firmó la paz en 1979 y 1994, respectivamente. El presidente Donald Trump, que anhela el voto judeoestadounidense en las elecciones de noviembre, ha dicho que “como mínimo cinco o seis países” se sumarían a la lista de nuevos socios musulmanes para el Estado judío. Tal vez no se equivoque. El pasado 9 de setiembre, Palestina no consiguió que la Liga Árabe rechace el pacto entre emiratíes y hebreos, lo que revelaría que el frente antisraelí se ha roto, motivado por intereses más pragmáticos.

Para EAU y Baréin, que no han sostenido guerras abiertas con Israel, la alianza significaría un nada deleznable intercambio comercial, tecnológico y turístico, pero además unirse contra el enemigo común: Irán.

“Este es un proceso que crea un eje frente a Teherán”, señaló el exasesor de Seguridad Nacional israelí, Jacob Nagel. Agregó que “se sobreentiende” que Emiratos y Baréin “recibirán a cambio apoyo militar de EE.UU.”, lo cual podría incluir la venta de los ansiados aviones F-35, no detectables por radar.

Polos

Quien también ganaría con los acuerdos es Arabia Saudí, potencia petrolera y militar rival de Irán en el mundo islámico. Para Riad, que no tiene relaciones oficiales con Tel Aviv, la situación se resumiría al viejo proverbio de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. La monarquía saudí es aliada de EAU —que ha tenido impasses con los iraníes en el estratégico estrecho de Ormuz, zona de intenso tránsito de crudo— y Baréin. Este último país es gobernado por suníes, facción del islam que defiende Arabia Saudí, pero su población es mayoritariamente chií, rama islámica que pregona la República de Irán.

Desde hace años, los saudíes —aliados de EE.UU., al igual que Israel— buscan cortar la influencia regional de Teherán, apoyada por Moscú. La rivalidad se ha puesto de manifiesto en guerras como la de Siria, donde Riad apoyó a los rebeldes suníes. Irán, por su parte, se alineó con el régimen del dictador Bashar al-Asad y propició la entrada en el conflicto de Hezbollah, milicia chií y proiraní libanesa que Israel considera terrorista. Otra guerra donde han medido fuerzas y alianzas es la del Yemen. Allí, Arabia Saudí lidera una coalición internacional —acusada de crímenes de lesa humanidad— que apoya al presidente suní Abd Rabbuh Mansur al-Hadi, mientras Irán respalda a los rebeldes hutíes, grupo chií vinculado con violaciones de DD.HH.

En medio de estos enfrentamientos regionales, uno de los mayores perdedores es el pueblo palestino y su anhelo de recuperar territorios para su futuro Estado. La pasividad de Arabia Saudí, que ha evitado condenar los Acuerdos de Abraham, coloca a la Autoridad Nacional Palestina en una posición complicada. Acercarse a Irán o Turquía, países que sí rechazaron frontalmente el pacto, sería contraproducente según algunos expertos.

“Si se acercan a Irán, pierden a Arabia Saudí (líder indiscutible en la península arábiga), y si eligen a Turquía, perderán a otro país”, explica el analista palestino Ghasan Khatib a la agencia de noticias AFP. Según él, “pertenecer a uno u otro clan causaría más daño a los palestinos, que pagan el precio del deterioro de la unidad árabe”.

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