Se oye un murmullo de plegarias y el constante golpetear de pequeños objetos en forma de media luna cayendo al suelo. El rito señala que, cogiendo entre las manos dos de estas piezas, el fiel debe presentarse respetuosamente ante la deidad -decir su nombre, fecha de nacimiento y procedencia- y formular una pregunta. La posición en que los llamados “bloques de luna” lleguen al piso revelará si la respuesta es “sí” o “no”.
En la moderna Taipéi -capital de la República de China (Taiwán)-, no son pocos los que acuden al oráculo del templo Hsing Tian. El recinto está dedicado a Guan Yu, personaje militar histórico nacido hacia el año 160 d. C., pero que ha sido deificado debido a sus cualidades morales y venerado en las tradiciones taoísta, confucionista y budista.
En el templo Hsing Tian también se lleva a cabo el “shoujing”, ritual que busca remediar algún daño al alma, que en la religión tradicional china está compuesta por la dualidad “hun” y “po”. Según el destacado sinólogo Max Katelnmark, en su ensayo “La religión de la antigua China” (publicado en “Las religiones antiguas” vol. III, editorial Siglo XXI), “hun” es “pneumática”, de carácter “etéreo” y se vincula con el yang -el principio masculino ligado al cielo y la luz-, mientras que “po” es “corporal” y se vincula al yin -el principio femenino ligado a la tierra-. Así, “hun” puede relacionarse con la mente y “po” con el cuerpo.
En el templo, los fieles hacen cola para que una sacerdotisa, con movimientos de varillas de incienso sobre la persona, realice el “shoujing” y alivie cualquier perjuicio al alma que haya menguado el aspecto “hun” o “po”.
Por otro lado, cabe agregar que una de las atribuciones de Guan Yu es ser el patrón de los negocios. Quizás, por ello, no sorprende su popularidad en una urbe que es un hub del comercio internacional. La ciudad cuenta, por ejemplo, con el centro financiero Taipei World Trade Center, localizado en el cosmopolita distrito de Xinyi. En esta área se ubica además uno de los grandes símbolos del país: el Taipei 101, edificio que fue el más alto del mundo hasta que se inauguró oficialmente en 2010 el Burj Khalifa de Dubái. Una visita al rascacielos de 101 pisos y 508 metros de altura es una parada obligada para cualquiera que se encuentre en la capital taiwanesa. Desde sus plataformas de observación en los pisos 89 y 91 se ofrece una vista panorámica única y sobrecogedora de la ciudad.
Al recorrer otras zonas de Taipéi, es posible hallar algunos tesoros para disfrutar de la cultura local. El barrio de Dadaocheng es un enclave culinario. En los alrededores abundan los locales de venta de té, hongos y otros productos tradicionales, pero sobre todo el lugar es conocido por sus puestos de comida al paso, que congregan a cientos de hambrientos clientes cuando el sol empieza a atravesar la hora del cénit.
Entre un laberinto de vapores y aromas, emerge el templo Chi Shing, dedicado a Mazu, la diosa del mar. El ambiente sacro y calmado en este pequeño pero interesante santuario contrasta con el ajetreo de comensales en los exteriores. Es quizás un ejemplo de cómo conviven en Taiwán los aspectos “po” y “hun”.
Tren al sur
Desde la estación principal de ferrocarriles de Taipéi, se puede abordar un tren bala para conocer Tainan, ciudad clave en la historia taiwanesa. En el siglo XVII, la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales estableció allí un importante centro administrativo. Vestigios de ello se observan en el monumento de la torre Chihkan, también conocida como Fort Provintia. El lugar condensa más de 300 años de memoria histórica, desde la colonización holandesa y la insurgencia contra los europeos hasta el periodo de la dinastía Qing y la ocupación japonesa.
Los alrededores de la urbe son también una zona importante para los cultivos. Tradicionalmente productora de arroz, el área ha visto en los últimos años un desarrollo de otros productos, como las flores. Tainan alberga la Taiwan Orchid Plantation, una zona de 175 hectáreas que representa el grupo de invernaderos de orquídeas más grande del mundo. Todos los años, entre febrero y marzo, tiene lugar la Exposición Internacional de Orquídeas de Taiwán, que atrae a productores y apasionados de estas flores de varios países.
Pero si hay algo que distingue a Tainan es otra vez la fe. La ciudad tiene la mayor colección de templos del país. Un censo de 2015 estableció que existían alrededor de 12,100 templos registrados en todo Taiwán, más de 1600 de ellos solo en Tainan.
Uno de los principales recintos religiosos es el templo Luerhmen Mazu, ubicado en el distrito de Annan. Este sitio sacro es uno de los más grandes de Taiwán. Su aspecto es monumental. Un enorme pórtico y dos gigantescas estatuas de seres guardianes reciben a los fieles y visitantes.
El santuario, como su nombre lo indica, está dedicado a la diosa Mazu, pero también hay altares a otras deidades, como Yue Lao, el dios del amor, muy popular entre las parejas. Además, hay espacio para la fe budista. Un gran pabellón congrega a fieles que llegan a hacer peticiones a representaciones de seres sagrados como Guanyin de los mil ojos y manos, que en otras latitudes se conoce como Avalokiteshvara, bodhisattva de la compasión.
Caminar entre majestuosos y solemnes salones, entre el aroma de varas de incienso que se queman como ofrendas a las deidades y los cánticos de monjes en los patios ofrece una dosis de espiritualidad y paz que cualquier visitante apreciará.
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