Israel, un país en el cual alrededor del 60% de la población ya está completamente vacunada contra la COVID-19, ha comenzado una campaña para inocular con una tercera dosis de refuerzo a todos los mayores de 60 años. Alemania y Francia, donde la mitad de los habitantes están totalmente inmunizados, le siguen los pasos y han anunciado que empezarán a administrar la inyección extra a partir de setiembre. En América, EE.UU., Chile, Costa Rica y Uruguay también planean aplicarla. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), esto simplemente agranda la brecha de desigualdad en cuanto a acceso a vacunas.
Según el ente sanitario global, los países de mayores ingresos administraron alrededor de 50 dosis por cada 100 personas en mayo, y ese número se ha duplicado desde entonces. En contraste, los países de bajos ingresos solo han podido inocular 1.5 dosis por cada 100 personas, debido a la falta de vacunas.
“Entiendo la preocupación de todos los gobiernos por proteger a su población. Pero no podemos aceptar que los países que ya han utilizado la mayor parte del suministro mundial de vacunas acaparen más”, dijo jefe de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Para la agencia sanitaria de la ONU, la tercera dosis debería aplazarse hasta, por lo menos, fines de setiembre, de manera que el mecanismo COVAX —una alianza público-privada que promueve la distribución equitativa de vacunas— pueda lograr el objetivo de que un mínimo del 10% de la población de cada país esté completamente inmunizada. Pero, para ello, se necesita “la cooperación de todos, especialmente de las compañías y del puñado de países que controlan el suministro mundial de vacunas”, señala la OMS.
Variante. La necesidad de la tercera dosis surge de la aparición de la variante delta. De hecho, este es el argumento que esgrimen algunos de los grandes laboratorios productores de vacunas contra la COVID-19, como Pfizer y Moderna.
El jueves, mediante un comunicado, Moderna indicó que “la fuerza de infección incrementada resultante de la variante delta”, la “fatiga” por las acciones de prevención y los “efectos estacionales”, como pasar más tiempo en interiores, “llevarán a un aumento de infecciones irruptivas en personas vacunadas”.
Según el documento, la firma tiene expectativas de que la eficacia del 93% contra infecciones de COVID-19, que se ha comprobado después de la pauta de dos dosis, empiece a “decaer” a partir de los seis meses “y eventualmente impacte” esos resultados. Por lo tanto, considera “que un refuerzo [dosis 3] probablemente será necesario este otoño [en el hemisferio norte]”.
No obstante, la jefa de vacunas de la OMS, Kate O’Brien, dijo que no hay pruebas convincentes sobre la necesidad de la tercera dosis. Asimismo, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) ha señalado que se necesitan más datos antes de poder hacer una recomendación sobre una inyección de refuerzo.
Cabe señalar que el factor económico no es ajeno a esta discusión. Después de todo, el negocio para los laboratorios consiste en vender dosis. Según datos recopilados por la agencia de noticias Efe, las farmacéuticas Pfizer, AstraZeneca, Moderna y Johnson & Johnson consiguieron un beneficio neto de 28,800 millones de dólares en el primer semestre de 2021, lo que supone un aumento del 66% respecto a 2020.
Por otro lado, resulta paradójico que el argumento de frenar la variante delta pueda servir para que surjan otras. En la comunidad científica se alerta sobre el peligro que representa no inmunizar a la mayor cantidad de gente en términos de aparición de nuevas cepas.
Por ejemplo, África es un continente que solo ha recibido el 1.71% de las dosis mundiales (según estadísticas del portal Our World in Data, de la Universidad de Oxford) frente al más de 90% acaparado por Asia, Europa y Norteamérica (según la misma fuente). Además, solo 1.58 % de sus 1200 millones de habitantes están totalmente vacunados, de acuerdo con la OMS. Sin embargo, es la región donde más crecen los contagios y las muertes (los decesos han aumentado en un 80% durante las últimas cuatro semanas). En este contexto, el continente se convierte en un caldo de cultivo para nuevas variantes, alertó el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de la Unión Africana.