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Operar con integridad y siendo 100% formal en el Perú no es sencillo. La corrupción, la debilidad institucional y la incapacidad o dejadez del Estado peruano para hacer cumplir la ley llevan a que quienes lo intentan pierdan competitividad frente a los que hacen trampa sin que nada les pase.

El modelo peruano tolera situaciones de informalidad, trabajo precario y abuso de los más débiles. Y existe una élite muy poco considerada con los que menos ganan. Basta constatar las condiciones de trabajo de los vigilantes de las residencias más lujosas de San Isidro. Tenemos un modelo capitalista tolerante con malas prácticas, carente de sensibilidad y sin verdaderas políticas que mejoren la calidad de vida de los más pobres. El concepto de trabajo digno no es algo promovido realmente. Lo esperanzador es que las cosas están cambiando. La ética se está volviendo importante en el mundo corporativo.

El respeto a los derechos fundamentales del ser humano, como el derecho a sindicalizarse, resulta esencial si se busca promover el trabajo digno. Es el punto de partida de una nueva manera de hacer empresa.

Para que el Perú salga adelante se requiere de más empresas socialmente responsables de verdad. Reflexionen este 28 de julio sobre lo que están haciendo hoy en las empresas que dirigen o lo que hacen las compañías en las que trabajan y a las que contratan. Si están honrados y orgullosos, es porque están en el camino correcto.