El 2017 es crucial. Puede ser el año en el que se inicie la recuperación de cinco años perdidos de crecimiento, empleo, obras e inversión y el año en que vuelvan el entusiasmo social y las metas claras. Por el contrario, puede ser un año de inercia económica, desorden político y de endeudamiento facilista que complicará más los años venideros.

Estos días, en Lima, he recogido esa preocupación, pero casi siempre mezclada con una perspectiva de corto plazo que olvida lo verdaderamente importante. La salida de un ministro del gobierno anterior que se negó a renunciar se discute como una ruptura catastrófica; la reunión y diálogo de los dos actores principales despierta expectativa, llena titulares, pero en los días siguientes se olvida. Frases, adjetivos y tuits distraen sin ninguna consecuencia. Y todo eso es interesante de conversar, pero ajeno al problema esencial: ¿Cómo afrontaremos el decenio 2017-2027 con una economía y una política sostenibles?

Agricultura

Ya hemos entrado en la fase crítica del calentamiento global, pero, ¿cuántas de las 12,000 lagunas andinas estamos represando? ¿Cuántos canales de riego estamos revistiendo para que no pierdan el agua en su trayecto? Casi ninguno. Seguimos perdiendo miles de millones de metros cúbicos anualmente y sequías cada vez mayores nos amenazan. Si comenzáramos este año con las mil primeras represas y compuertas, estaríamos gobernando para el mediano y largo plazo. Pero ello exige sacrificar otros gastos de menor importancia. Solo con el sobreprecio de la Línea II del Metro de Lima, que creció por ser innecesariamente subterránea en 35 kilómetros, se podrían hacer esas 1000 represas. Solo con el sobreprecio, nunca explicado, del Gasoducto Sur que se triplicó en el nuevo contrato podrían ejecutarse 3000 represas.

Minería

Detestada, arrinconada por sus malas prácticas del pasado, pero también por la feudalización centrífuga del país, es una realidad que la geografía y la providencia nos han dado. Pero parecemos resignados a renunciar a ella o a retardarla con mil pretextos. Tan absurdo como si Venezuela renunciara a su petróleo o Argentina a sus pampas trigueras. Creo que cada gobierno tiene la responsabilidad de iniciar tres o cuatro proyectos que permitan al siguiente gobierno crecer y beneficiar al país con la inversión, y tener impuestos con los que hacer obras y mejorar los servicios. Así lo hicimos con Las Bambas, Toromocho, y las ampliaciones de Cerro Verde y Southern que aseguraron una inversión nueva de 13,000 millones de dólares y explican parte del escaso crecimiento en el gobierno 2011-2016 y la mitad del crecimiento del año terminado. Pero en ese gobierno no se iniciaron nuevos proyectos. Y el 2017 es crucial para impulsar los que no se hicieron y, además, los que corresponde hacer al nuevo régimen. Sería gravísimo que se escoja el facilismo de “no tener problemas sociales” y que transcurran otros cinco años sin grandes inversiones.

Si eso ocurre, en dos o tres años, se reducirán los márgenes de acción del gobierno actual. Claro, la tentación irresponsable es el endeudamiento, pedir créditos y emitir bonos. Pero debemos saber que, cuantos más créditos se pidan, más caros serán, y que se pagarán en los próximos años sin crecimiento real. Habremos ingresado al círculo vicioso de gastar produciendo menos, de exigir más empleo sin inversiones, de pedir más obra pública sin que el Estado tenga ingresos y, al final, de pagar la deuda con más pobreza.

Me preocupa que en las conversaciones prime lo episódico y que muchos actores confíen en que a su sector no le ira tan mal. Lo escuché de un pesquero y de un hotelero. Cierto, la pesca es una bendición, pero la masa de anchoveta extraíble es un recurso limitado, es la misma que extraíamos hace 20 o 30 años. Y en esos años nuestra población era mucho menor. Lo mismo ocurre con otros sectores cuya capacidad de movilizar grandes inversiones es limitada. Sin nuevos proyectos mineros, la inversión privada continuará reduciéndose como en este trimestre.

El mundo

Entre tanto, la dinámica mundial exige más acción. No se hacen crecer el país y el empleo sentándose a esperar la tecnología y el capital externos. Debemos salir a buscarlos. China es un banco de capitales y un consumidor creciente, pero no se obtendrán sus recursos con un viaje protocolar. La Alianza del Pacifico la creamos para que fuera un enérgico instrumento de acción permanente y no solo una reunión ceremonial. ¿Cuántas empresas cuatrinacionales hemos constituido? ¿Cómo hemos asociado la producción agraria exportable que ofrecemos en diferentes épocas gracias al clima distinto de los cuatro países?

Gobernar es dirigir, decidir lo mejor para el conjunto, arriesgando simpatías y tranquilidad personal. No es satisfacer, al mismo tiempo, los deseos contradictorios de diferentes sectores, tampoco, patear la pelota para más adelante con endeudamiento. Cuentan que un presidente dijo, hace mucho, que en el Perú hay dos tipos de problemas: los que no tienen solución y los que se solucionan solos. Pero esa cínica frase pudo ser dicha en el mundo de entonces, sin calentamiento global, sin sobrepoblación ni envejecimiento humano, con menor información y educación. Hoy es muy diferente. Hay que solucionar ahora los problemas de los próximos 20 años. Eso es lo urgente. Voltaire escribió sobre aquel que se lanzó desde un campanario y cuando a la mitad de la caída le preguntaron cómo iba, respondió: “hasta ahora, bien”. Que eso no nos ocurra.