Hoy el mundo está celebrando los 205 años del Congreso de Viena de 1815, cuyo mayor legado es el multilateralismo y su escenario fue la vieja Europa. En esa ocasión estuvieron reunidos monarcas, príncipes, condes, duques, marqueses, todos herederos de la estructura política del imperio Carolingio, con un solo propósito: emprender el reordenamiento del mapa político (fronteras) de Europa, luego de la derrota de Napoleón Bonaparte, cuyas ideas y reglas había impuesto doblegando a las monarquías hasta ese momento vigorosas. En rigor, la reunión en Viena (Austria), buscó el restablecimiento del statu quo anterior a la Revolución Francesa de 1789, reavivando en la idea dominadora de la “Restauración”, un sistema internacional amparado en el derecho divino para justificar a las monarquías.

Pero este propósito que alentó a los monarcas no es el objeto de la celebración. Voy a explicarlo. El Congreso, que se desarrolló entre setiembre de 1814 y junio del año siguiente, en que, además, brilló con luz propia el habilísimo príncipe de Metternich, marcó a la sociedad internacional al crear la idea colectiva de las reuniones internacionales, una práctica desconocida en el sistema internacional imperante. En ese momento, habían surgido las cumbres o reuniones ecuménicas de jefes de Estado y de Gobierno para abordar asuntos comunes.

Esta práctica interestatal no había sido reconocida con anterioridad a Viena, salvo en la Paz de Westfalia de 1648, que congregando a los Estados europeos, puso fin a la Guerra de los Treinta Años. Viena, la capital de la diplomacia del siglo XIX, entonces, se adelantó creando la conciencia colectiva de la globalización, y enseñó que las cumbres son claves al converger en ellas las políticas exteriores de los Estados participantes, mostrando la diplomacia multilateral que en su máxima expresión desde 1945 vemos en el marco de las Naciones Unidas en Nueva York, Ginebra, etc. La diplomacia debe preparar el camino para que los jefes de Estado, que tienen la personificación y representación del Estado por antonomasia, participen en estas reuniones internacionales y en lo posible éstos no deben faltar a ninguna porque ellas constituyen inmejorables circunstancias de vinculación para los intereses nacionales.

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