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La Paz, Bolivia, 6 de diciembre de 1988. Una célula de aniquilamiento se prepara para llevar a cabo un nuevo crimen selectivo. El blanco es el capitán de navío Juan Carlos Vega Llona, agregado naval a la Embajada del Perú en Bolivia, a quien una pareja de asesinos de Sendero Luminoso le dispara por la espalda, dejándolo sin vida ante el horror de los paceños.

Vega Llona fue uno de los artífices del develamiento del motín de los terroristas presos en el penal de la isla de El Frontón. Esto ocurrió entre el 18 y el 19 de junio de 1986, en lo que constituyó la primera operación de rescate de rehenes, durante el periodo de la lucha contra el terror.

Conocido por sus contemporáneos como “Juancé”, Vega Llona lideró junto al capitán de navío Luis Giampietri la operación El Frontón, cuando se ordenó a la Marina entrar en acción para recuperar el control gubernamental del penal. La exitosa intervención le significó a SL un inesperado revés, cuyo impacto no ha sido objetivamente valorado aún, cuando sí y de manera sesgada, existe la constante preocupación de ciertas organizaciones por la vida de los asesinos amotinados.

A quienes degollaban a niños sin misericordia se les dio la oportunidad de rendirse en repetidas oportunidades. Lo rechazaron con fanatismo demencial. Guzmán les había exigido una cuota de sangre, y los que se opusieron a ello fueron asesinados por sus propios camaradas. Sellaron así su destino.

El asesinato de Vega Llona fue un acto de venganza del autodenominado “cuarta espada del marxismo” y ejecutada por sus esbirros. Este crimen no ha sido lo suficientemente aclarado y en la mayor de las ignominias, el alias “Gonzalo” jamás ha sido siquiera encausado por su responsabilidad como “autor mediato”, cuando curiosamente, con los que están en la orilla de enfrente, existe mucha diligencia para hacerlo. Tal vez ya sea momento de que los peruanos agradecidos, y fieles creyentes de la libertad y de la democracia, empecemos a pedir cuentas, como no se ha hecho hasta ahora, por la reiterada lenidad con el terrorismo.

La Nación le otorgó a Vega Llona el ascenso póstumo a contralmirante, en mérito a su actuación en defensa de nuestra sociedad, de sus valores, tradiciones y credos mayoritarios, los mismos que el delincuente Guzmán pretendía destruir para lograr sus propósitos mesiánicos, totalitarios y sangrientos. Recordarlo hoy es también una manera de rendir homenaje a los miles de infantes de la Marina, sin cuyo concurso no hubiese sido posible la derrota militar del terrorismo en el Perú a fines del siglo pasado.

Al cumplirse 30 años de su muerte injusta y prematura, evocamos su sacrificio y su arrojo, que es un ejemplo para los marinos de guerra de hoy.

Contralmirante Juan Carlos Vega Llona, ¡presente!

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