Santa Rosa de Lima, nuestra santa limeña, que hoy es recordada con especial devoción por los católicos del Perú y de todo el mundo, murió hace 400 años, un 24 de agosto de 1617. Aunque quiso ser monja, su padre Gaspar Flores, arcabucero en la guardia del quinto virrey, don Francisco de Toledo (1569-1581), no la dejó a pesar de contar con 13 hijos -Santa Rosa era la cuarta- con la criolla María de Oliva. Igual, Isabel Flores de Oliva, su nombre de pila, vivió consagrada a Dios, y por eso ingresó como Terciaria de la Orden de los Dominicos, siguiendo el ejemplo de Santa Catalina de Siena, mística toscana del siglo XIV que abrigó su vida a la causa dominica. Cuando tenía 12 años de edad, se traslada con su familia al valle de Quives donde recibió el sacramento de la Confirmación (1597) del arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo. Su entrega a Dios se hizo visible en sus mortificaciones. Gran parte del día la pasaba orando. Son conocidos los reportes de sus extendidos ayunos y penitencias en la ermita que construyó en su propia casa, y de su dedicación a los enfermos y los pobres de Lima.

Consciente de su belleza buscaba ensombrecerla para solamente agradar a Dios, y de su hermosa tez dio cuenta el retrato póstumo que le hizo en lienzo el artista italiano Angelino Medoro, pintado tan solo a las pocas horas después de su fallecimiento, el que sucedió después de vivir 31 años en este mundo -había nacido el 20 de abril de 1586- víctima de la tuberculosis que le debieron contagiar los enfermos que asistía y su entierro fue, sin duda alguna, el funeral más notable del virreinato. Lima se vio paralizada durante sus exequias y vino gente de todas partes de la región para el día de su sepultura. En vida había ganado fama por sus milagros y por eso la muchedumbre, desde el mismo día de su muerte, pedía extasiada que sea elevada a los altares, lo que hizo el papa Clemente X, canonizándola en 1671. No está demostrado que haya conocido a San Martín de Porres (1579-1639), pero sí que fueron coetáneos. Se había convertido en la primera y más universal santa del nuevo mundo. Es patrona en el Perú, Filipinas, Venezuela, Argentina, Uruguay y en muchos otros países